Algo más que una historia

“En realidad, escribir nunca es fácil. Por si alguien no lo sabe es el trabajo más duro que hay”. Tal vez Truman Capote exagerara cuando dijo estas palabras, pero quizá no tanto. La escritura es un oficio peligroso por lo que tiene de desesperado, un ejercicio desesperado por lo que tiene de moroso, una empresa deficitaria por lo que tiene de peligrosa. En definitiva, ser escritor, querer ser escritor, no digamos ya vivir de la literatura, es una dedicación tan arriesgada como la soldadesca, la tauromaquia o el alpinismo. Por ejemplo.

Roberto Wong lo sabe muy bien. Este mexicano de 32 años ha ganado la primera edición del Premio Dos Passos a la primera novela con su obra París D.F., que ha editado Galaxia Gutenberg para aquellos lectores que estén dispuestos a asumir que la literatura es un juego muy serio. Durante la entrevista, Wong refirió una máxima de Bolaño que decía más o menos así. La literatura es como un enfrentamiento a muerte entre dos samuráis, sólo que uno de ellos es un monstruo terrorífico e invencible. Saber de antemano que vas a luchar hasta la muerte y que no puedes vencer, eso es la literatura. Tal vez Bolaño también exageraba, sí. Pero tal vez no.

Por lo demás, la novela de Roberto Wong es original, penetrante y sincera. Su propuesta es valiente, y su prosa elocuente. Su lectura es agradable, casi diríamos que demasiado fácil, pero en todo momento uno siente que hay algo más que una historia. Una duda, una necesidad, una forma de huir y de respirar. Se podría decir que también es una lucha. La lucha que todo escritor debe dirimir consigo mismo para demostrar al mundo, a alguien, que no todo está perdido.

¿Qué se siente al ganar la primera edición de un premio que ya es fundamental?

Es casi embriagante. Cuando me dieron la noticia estaba en Buenos Aires. Colgué el teléfono y quería mandar todo al carajo. Hay mucha alegría desde ese momento hasta ahora. Es cierto que la novela le gustó al jurado pero siempre hay cierto componente de azar. Como, por otra parte, lo hay en la trama del libro. El simple hecho de haber visto la convocatoria y haber mandado el manuscrito. Lo que resta es que el libro llegue a los lectores, que ellos lo juzguen y se queden con alguna parte.

¿Te da vértigo la reacción de esos lectores o de la crítica?

No. Me queda claro que habrá un número de lecturas como hay un número de lectores. Algunas coincidirán con lo que yo quise decir en el libro, pero otras hablarán sobre otras cosas que podrán ser fascinantes. Un libro no solo es el texto sino lo que sucede dentro del lector. El lector es partícipe de la historia que se crea. El juego intencional entre lo que es cierto en la novela y no lo es crea en el lector una historia diferente que no necesariamente es la que está reflejada en el texto, o la que yo quería contar. El proceso es fascinante. Lo que a mí me resta es seguir escribiendo, contar otras historias.

En ese sentido, el premio habrá supuesto un impulso para seguir escribiendo. Sin embargo, has anunciado que escribirás menos en tu blog, El Anaquel, donde tienes miles de lectores.

Empecé el blog comentando lecturas, no porque me considerara un experto sino porque estaba cansado de leer y olvidar. Me funcionaba como una extensión. Me doy cuenta que conforme uno comenta libros te exige más cada comentario, no sólo comprender el texto sino insertar el libro dentro de una tradición. Es una labor muy gozosa. Pero, por economía de recursos, digamos, prefiero destinar ese tiempo a proyectos personales.

El protagonista de la novela afirma ser poeta. ¿Tienes alma de poeta?

Si yo pudiera hubiera sido poeta. La poesía es el corazón de la literatura. La literatura nace en los cantos, que son poesía. A partir de ahí surge la narrativa. Las historias son tradicional oral. Decía Walter Benjamin que hay dos tipos de narradores: El que se va, el viajero, quien porque se va tiene cosas que contar; y el que se queda, el campesino, quien porque se queda tiene cosas que contar de los que lo rodean. El escritor está basado en uno de esos dos arquetipos. Proust es el arquetipo del que se queda. Hemingway es el arquetipo del que se va. En ese sentido, uno construye su literatura tejiendo a partir de uno de esos dos modelos. Regresando a la poesía, uno puede partirle el alma al lector de manera contundente. Pero yo no puedo ser poeta, es un nivel más alto. Me conformo con citar algunos versos y contar una historia.

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