Deslocalizar la ética

El documental satírico francés ¡Gracias jefe! enfrenta a una pareja de desocupados contra el hombre más rico de Francia, Bernard Arnault, propietario del conglomerado de productos de lujo LVMH.

A Bernard Arnault (Roubaix, 1949), presidente del conglomerado Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), no le molesta que la revista Forbes calcule su fortuna y le coloque en el número 16 del ranking de las personas más acaudaladas del planeta. Eso, de alguna forma, es un reconocimiento. Sin embargo, le quita el sueño que un diario como el histórico Liberation, fundado por Jean-Paul Sartre, le dedique una portada con el titular “Lárgate, estúpido ricachón”. No tanto por el tono y el insulto, sino porque desvelaba que el empresario había solicitado la nacionalidad belga en respuesta a una hipotética ley propuesta por el ejecutivo de Hollande según la cual se gravaría con impuestos más elevados a las grandes fortunas. En definitiva, a Arnault le preocupan dos cosas: su cartera (pero no su bandera) y su imagen pública. Esa es la tesis que defiende el redactor jefe de la revista satírica gala Fakir, François Ruffin, en el documental ¡Gracias jefe!, todo un fenómeno de taquilla en su país de origen que se estrena en España el 4 de noviembre.

Para demostrarlo, Ruffin cuenta la dramática situación económica de una pareja de desocupados, Jocelyne y Serge Klur, residentes en una pequeña localidad del norte de Francia y exasalariados de la empresa Ecce, una filial de LVMH que confeccionaba las prendas de la marca Kenzo hasta el año 2007, cuando el grupo deslocalizó la producción a Polonia. Desde entonces los Klur, que a su edad y con su preparación no han encontrado ningún otro trabajo, sobreviven con una mísera prestación por desempleo y se enfrentan al desahucio. No obstante, esta afable pareja conserva el buen humor y ya que no tienen nada que perder, se ponen en manos de Ruffin, que les propone un rocambolesco plan para extorsionar a Arnault: si éste no les ayuda a pagar sus deudas y a encontrar un nuevo empleo, contarán su historia a los medios de cara a la próxima junta de accionistas.

La teoría de Ruffin se demuestra cuando Arnault, a través de un mediador, accede a las demandas de los Klur a cambio de su silencio, un acuerdo que queda sellado en un elaborado contrato confeccionado por los abogados de LVMH. ¿Por qué tanta preocupación por una pareja de parados? Porque Arnault sabe que no son las únicas víctimas y que hay miles de familias en toda Francia que podrían animarse a contar sus miserias en los medios. Y si eso ocurriera, afectaría negativamente a su imagen y, en consecuencia, a sus negocios. Quizá por ese mismo motivo retiró su querella contra el diario Liberation cuando le insultaron en portada y sigue siendo ciudadano francés.

Ruffin recuerda al mejor Michael Moore -el de Roger and me (1989), su documental sobre la deslocalización de General Motors que dejó en la calle a miles de empleados de la planta de Flint- o incluso a la primera etapa del Salvados de Jordi Évole, cuando todavía se le conocía como “el follonero”. Descarado y chupacámaras -a veces con un alto concepto de sí mismo, como cuando se compara con Robin Hood-, Ruffin “deslocaliza” la deontología periodística y aplica a sabiendas los mismos métodos que denuncia, pero lo hace para reforzar su teoría y para compensar una injusticia: Forbes recopila números desnudos que no explican las consecuencias derivadas de ciertas acumulaciones de capital, pero no hay una revista que reúna los dramas de tantas personas que no pueden reintegrarse al mundo laboral.

Arnault deslocaliza la confección de los productos de lujo que comercializa su conglomerado -alta costura, joyería, perfumería, cosméticos y vinos- a otros países en los que los trabajadores cobran menos y los sindicatos son menos combativos, pero al mismo tiempo es uno de los mayores mecenas de Francia. La preocupación del millonario por las apariencias es sintomática de un fenómeno político: la normalización de ese “capitalismo de rostro humano” del que habla el filósofo esloveno Slavoj Zizek en referencia a los lobos con piel de cordero de las finanzas globales que han conquistado los corazones de los socialdemócratas en los años noventa, entre ellos los históricos socialistas franceses. Es la victoria del capitalismo sobre la democracia y de la caridad sobre la solidaridad.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML:

Current day month ye@r *