Los cuatro socios fundadores de una empresa de tecnología que se reparten equitativamente la proporción de las acciones han participado en conjunto en la evasión sistemática de impuestos. Cada uno de ellos dispone de un dispositivo digital que les da acceso a una cuenta opaca común custodiada en una entidad bancaria suiza. Saben, por un chivatazo, que la policía está detrás de ellos, esperando que efectúen una transferencia, para darles caza. Según la abogada de la empresa, la única salida posible pasa por ponerse de acuerdo entre los cuatro para que solo uno de ellos cargue con la responsabilidad por la evasión y pague siete años de cárcel. Ese es el precio que tienen que pagar para proteger todo el capital evadido. Y esa es la premisa de 7 años, la primera película española producida por la plataforma Netflix que dirige Roger Gual (Barcelona, 1973) y protagonizan Paco León, Alex Brendemühl, Juan Pablo Raba, Juana Acosta y Manuel Morón.
Se trata de un thriller de cámara que transcurre íntegramente en el interior de la oficina de la empresa. Los cuatro socios se reúnen para decidir quién paga el pato y ante su incapacidad por señalar a uno solo, contactan con un mediador para que les eche una mano. Descartada la hipótesis del sorteo que defiende el cerebro tecnológico de la compañía (León), el mediador les propone una serie de procedimientos para que puedan tomar la decisión. De esta forma se desencadena un conflicto verbal de palabras e insultos cruzados, de demagogia y de revelación de secretos, que pondrá en cuestión su amistad, su profesionalidad y sus límites.
Gual, que ya retrató las miserias del entorno laboral en Smoking Room (2002), por la que ganó un Goya, saca de su elenco unas notables interpretaciones, de estilo naturalístico, que contribuyen a darle autenticidad a una dramaturgia algo forzada (sobre todo en el desenlace). La puesta en escena, sin embargo, es bastante simplista y no contribuye a la construcción de un subtexto ni de un sentido extranarrativo a la historia. 7 años parece más bien una interesante obra de teatro filmada que paradójicamente se cierra con un epílogo muy evocativo que contrasta con la excesiva verbosidad de la narración.