Nely Reguera (Barcelona, 1978) es la única mujer nominada en las dos categorías de mejor dirección por su largometraje de debut María (y los demás), protagonizado por Bárbara Lennie, quien también aspira al Goya a la mejor interpretación principal. El filme es una comedia generacional en la que el personaje de María trata de zafarse, algo torpemente, de todas las presiones que le imponen sus familiares, sus amigos y, sobre todo, su propio subconsciente, poblado de fantasías de éxito literario y libertad.
Comienzo por el final. La catarsis de María se desvela en una de sus fantasías recurrentes.
Me gustaba que se viera que el sueño se le rompiera, y que esas fantasías son solo eso y que no puede seguir viviendo así en la vida real. Me gustaba que ella se rompiese en una de sus fantasías, no con su padre o en una discusión, sino en su propia fantasía.
Lo que hace Bárbara Lennie en esa escena es increíble. Si no recuerdo mal es todo un mismo plano. ¿Hay mucha improvisación o estaba todo escrito?
Es un mismo plano, lo que le dije que era importante era esa risa llanto, que se rompa a llorar pero que le dé risa porque era una cosa nerviosa, pero por lo demás no. Lo único ella sí que me pidió que le diera libertad en ese texto y yo le escribí una pauta. En general en la peli no se ha improvisado nada de los diálogos, pero ahí sí que me lo pidió. Se rompe cuando dice “la literatura te ayuda a superar”, pero eso surge porque en la primera toma me parecía que se rompía pronto y entonces introdujimos eso. Ella es una actriz del copón y en esas escenas es todo su talento, saber cómo medirse, sus tiempos, cuánto de llanto… y tú solo marcas y matizas y pules, pero cuentas con una actriz que te lo pone muy fácil.
María llega siempre tarde, no solo a las citas con amigos, sino también a las etapas vitales, quizá impuestas en sociedad. Al final, ¿se ha cansado de llegar tarde y por eso esprinta?
Lo de correr tiene que ver con que corre porque llega tarde, lo que quería marcar es que las cosas cambian pero poco a poco, aunque uno dé un paso hacia adelante. A mí no me apetecía un final definitivo de “ya está, ya he madurado”. El desenlace viene con todas las consecuencias, puede ir mal también. Y luego vuelve a correr porque sí, porque sigue siendo la María que era antes.
Esa presión para cumplir ciertas expectativas sociales, ¿crees que se ejerce más sobre las mujeres?
Las mujeres tienen una presión añadida que es con el reloj biológico, tema hijos, y que inevitablemente tienen más presión que los hombres, que tiene más margen de maniobra. Por ahí sí recibe más presión. Con lo profesional, es más o menos igual. Con la pareja, también. Tengo amigos que sienten esa misma presión. Pero a mí lo que me interesaba de la peli, más allá de la presión social, es la presión que se autoimpone uno. El personaje, de alguna forma, cree que debería haber llegado a algo, o que tendría que tener algo, un novio, pero que tampoco tiene tan claro desearlo, pero siente la presión por no tenerlo. Y creo que es algo que a nivel generacional hacemos y es muy injusto que lo hagamos.
En el diario El País el crítico Javier Ocaña elogiaba tu película y el hecho de que la hubieseis escrito cinco personas, en contraposición al ego autocomplaciente de muchos autores. ¿Qué opinas?
Los que más participamos, en el tiempo, fuimos tres guionistas. Lo que sí sé es que me encanta trabajar con guionistas, me gusta mucho. Me parece interesante porque escribir es muy solitario y en cambio así puedes compartirlo, te reúnes cada cierto tiempo y compartes con el otro, que te da otro punto de vista. La mirada de otro te ayuda a avanzar, y luego es más divertido estar con más gente. Y una busca a la gente que le compensa. Trabajo muy bien en equipo y una peli puede ser muy personal y muy de uno aunque haya trabajado con otros guionistas porque también te pueden ayudar respetando mucho.
¿Cuánto tiempo ha durado todo este proceso?
Unos tres años. El guion fue evolucionando con nosotros y lo bueno del tiempo es que vas definiendo mejor lo que te interesa contar. En una primera peli uno puede pecar de querer que todo esté, de contar tantas cosas. Y lo bueno es que va pasando el tiempo es que lo que cobra protagonismo es la historia y esa historia está por delante tuyo y no todas esas cosas que quieres contar o quieres demostrar o no sabes muy bien qué, y el tiempo te da eso.
Has trabajado como ayudante de dirección con directoras como Mar Coll o Elena Trapé, ¿te ha modelado esa experiencia como directora de alguna forma?
Yo aprendí mucho con Mar y con Elena. Aprendes cómo se relaciona el director con los actores, cómo los dirige, cómo habla con ellos, cómo plantea una escena. En este caso además son dos directoras que me interesan y que además son amigas. Siendo ayudante estás con ella en la toma de decisiones y ahí claro que aprendes.