Marc Crehuet (Santander, 1978). Nominado al Goya a la mejor dirección novel por El rey tuerto, su debut en el largometraje, una adaptación de la obra de teatro homónima que también ha escrito y dirigido y que ha girado durante dos años por España, representándose en catalán y en castellano. Se trata de una mirada satírica a la confrontación que ha suscitado la crisis representada a través de una pareja de activistas hipsters, uno de los cuales ha perdido un ojo por una bola de goma en una manifestación, y un matrimonio formado por un policía antidisturbios y su esposa, una mujer perdida en un mundo sin certezas.
Quiero empezar reivindicando el ojo ovalado que has colocado en escena, presente en la mayor parte de la película, como un ojo que todo lo ve. Me parece obvio, pero pregunto igualmente, ¿es intencionado?
Es totalmente intencionado, nadie se había dado cuenta, al menos nadie me lo había comentado. De hecho había más juego con este ojo en el guion, pero decidí no hacerlo porque me parecía excesivo.
En estos tiempos se habla mucho de posverdad, como si nunca antes la verdad hubiera sido incuestionable. Creo que en tu película, tamizada con la comedia, hay una reflexión sobre cómo el punto de vista modifica las certezas.
El discurso posmoderno de que la verdad es construída me atrae y que tiene algo de verdad, aunque produce una cierta tristeza, una cierta sensación de desamparo que también está en la peli, a partir del momento en el que parece que no hay verdades absolutas porque cada uno construye la suya y eso hace difícil que nos comuniquemos, pues eso produce desamparo.
No he visto la obra de teatro, pero creo intuir que una de las diferencias sustanciales entre el montaje teatral y la película es el final. No hay solo una cuarta pared, sino que hay muchas y el personaje del policía las rompe todas, quizá buscando todos los puntos de vista que puede tener la realidad.
Sí, podría ser así, no me lo había planteado en esos términos. En el proceso creativo haces cosas o escribes cosas por otros motivos que acaban teniendo un sentido. En la obra de teatro Alain se acababa sentando con el público y era un recurso que teatralmente es más fácil de resolver, pero que cinematográficamente me costó más dar con ella, y por eso se me ocurrió lo de los puntos de vista. Utilizamos el zoom, para que pase de manera fina. Es un recurso muy sutil, pero que genera una extrañeza que hace que aquello te entre mejor.
Se ha comparado mucho tu obra con la commedia all’italiana de Dino Risi y no me cabe ninguna duda de que está, de alguna forma, pero la primera referencia que me ha venido a la cabeza ha sido Pirandello, con esa revelación que destruye todas las certezas del personaje.
La obra de Seis personajes en busca de un autor la he llevado siempre conmigo y me ha quedado muy grabada. Y en bastantes cosas que hago esa idea está.
Atizas también a una izquierda moderna, no tanto divina como un poco hipster.
Yo venía de hacer una serie de televisión que se llama Pop rapid que ya castigaba un poco -y me identifico, había mucha autocrítica- el mundo de los modernos, del snobismo del que yo a veces me sentía partícipe sin que me gustase, de la escena nocturna indie de Barcelona, ese activismo desde el sofá y desde las redes sociales. Nacho y Sandra son unos representantes de ese mundo.
En el mundo globalizado, lleno de información, paradójicamente nos faltan certezas. Y de alguna forma el sistema capitalista se ha aprovechado de esa confusión para disolvernos, para individualizarnos.
Creo que es todo un proceso de reflexión en realidad, cuando la escribí me sirvió para pensar en muchas cosas a raíz de ese incidente, en contraponer dos visiones del mundo radicalmente opuestas a través de esos personajes. Un mundo de acceso a la información en el que hay fragmentación y en el que creo que hay una necesidad de grandes respuestas o verdades absolutas, y en cambio no somos capaces porque ya no nos creemos que haya discursos únicos.
Luego hay otra verdad, que es la que transmiten los actores, que imagino que se conquista después de tanto tiempo trabajando en un texto.
Es una película que hemos ensayado durante dos años, los dos años de gira de la representación, y esto facilita mucho las cosas porque te puedes centrar en matices, sobre todo para rebajar la interpretación porque en teatro todo es más declamado. La primera versión que escribí del texto teatral fue un encargo para una sala pequeñita de Barcelona, la sala Flyhard, y las primeras funciones eran bastantes contenidas porque era una sala muy pequeña en la que se te permitía susurrar, que es lo interesante del teatro alternativo y las salas pequeñas. En ese sentido fue como volver a esas primeras representaciones.
Y lo habéis rodado en 17 días y en dos idiomas.
Esto es una locura que hicimos, pero que estamos contentos de haberla hecho. En el momento fue un lío porque te quita mucho tiempo y nos hubiese podido hacer si los actores no llevasen dos años con el texto perfecto en una lengua y otra porque un día se iban de bolo en catalán y al día siguiente la representaban en castellano.
Creo que alcanzas una cumbre del humor cuando Lidia le pregunta a David ¿Por qué estamos siempre defendiendo contenedores?
Es una frase que siempre ha funcionado en el teatro y se ha llegado a aplaudir en algún bolo. La primera versión que escribí del guion era un poco más indignada, pero después me dediqué a reírme un poco de mí mismo y me salían las frases de Nacho y Sandra, y luego me dediqué a romperlas con el punto de vista de los otros. Desde el punto de vista de Lidia, que está saliendo un poco del caparazón ideológico, va por ahí.
¿Sabes si la ha visto algún agente de Policia?
Policías la han llegado a ver y uno me dijo que la había gustado. Y la película, cuando hicimos pases en Madrid, Alain y yo fuimos a uno. Yo me fui antes, pero él se quedó, y se le acercó un chico que le dijo me llamo David. Iba con su novia, que en seguida dijo que no se llamaba Lidia, y el chico le enseñó una foto delante de un furgón antidisturbios, y le dijo que era policía y que le había gustado porque reflejaba su punto de vista.
“Se nos están acabando las recetas”. ¿A quién se las pedimos o quién se las tiene que inventar?
Cuando escribía, ingenuamente pensaba que la escritura serviría para encontrar respuestas y de ahí viene la idea del final, porque yo mismo no era capaz de encontrarlas, porque era una ingenuidad. Sí que creo que es necesario hablar y poner en común esos puntos de vista distintos, como seres sociales, como seres políticos y como seres humanos, para encontrar las recetas de una manera común. Es necesaria más comunicación y mejor comunicación.
¿Qué estás preparando ahora?
Los descartados, una película bastante coral, con un tono de comedia, pero no es solo una comedia, no tiene nada que ver con El rey tuerto, no parte de un tema social ni político, es una peli que tiene un elemento autobiográfico.