1525

El origen de la fórmula latina utilizada por dos miembros de Ahora Madrid para prometer su cargo en el Ayuntamiento está en una novela italiana de 1999.

Dos días antes de dimitir como concejal de Cultura y Deportes, Guillermo Zapata prometió su cargo añadiendo la coletilla en latín “omnia sunt communia”, que podría traducirse como “todo es de todos” o “todo es común”. A esa misma fórmula recurrió su compañero de formación Pablo Carmona, nuevo concejal de la Junta de Distrito de Salamanca. Algunos de los medios de comunicación que cubrieron la sesión plenaria de investidura de la nueva alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, encontraron el origen de esta expresión, que es una variación de la jaculatoria acuñada por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII (“En casos de extrema necesidad, todo es común”) y fue popularizada por los seguidores de Thomas Müntzer, predicador anabaptista partidario del protestantismo reformista y líder revolucionario durante la guerra de los campesinos alemanes, una revuelta popular surgida en 1524 en el Sacro Imperio Romano Germánico y sofocada un año más tarde. Pero a la historia de esta anécdota le falta un dato.

La expresión fue rescatada por un colectivo italiano de escritores llamado Luther Blissett (en 2000 se rebautizaron como Wu Ming, que significa “anónimo” en cantonés) en su primera novela, titulada simplemente Q (1999), un fenómeno de ventas traducido en varios idiomas (en España la edita Debolsillo). La novela está narrada en primera persona por un misterioso personaje, un hombre sin hombre -”quien no tiene nombre debe de haber tenido por lo menos cien”, dice en una ocasión-, superviviente de mil y un avatares que persigue durante casi tres décadas a una mano invisible que firma sus epístolas con la letra Q. La historia de fondo abarca desde el momento en el que Martín Lutero clava sus noventa y cinco tesis en la puerta sur de la iglesia de Wittenberg, en 1517, y la proclamación del papa Paulo IV, después de la celebración del Concilio de Trento, en 1555. Su archienemigo es el espía del papado en el centro de Europa y, por tanto, mucho más que una simple “figura al fondo del fresco”, como se define a sí mismo. En el primer capítulo el protagonista recuerda el día en el que empezó su aventura: el 15 de mayo de 1525, cuando las fuerzas militares del imperio arrasaron a miles de campesinos en la batalla de Frankenhausen y capturaron a su cabecilla, Müntzer, que insistió en su grito de guerra, omnia sunt communia, antes de ser decapitado.

Q es una novela con dos niveles de lectura: por un lado es un relato épico de capa y espada con espías, amores, venganzas, autos de fe y hogueras; por el otro es un texto alegórico que en el momento de su publicación se definió como “novela cifrada” y se comparó en estilo y contenido a El nombre de la rosa, de Umberto Eco -de hecho, durante mucho tiempo corrió el rumor que Luther Blissett era el pseudónimo del semiólogo piamontés-. Pero por encima de todo es un manual de derrotas, como sostiene su propio protagonista -“derrota tras derrota hemos probado la fuerza del plan”-. Los autores, veteranos activistas, se adelantaron al naufragio del movimiento antiglobalización, neutralizado en Génova en 2001 con el asesinato del manifestante Carlo Giuliani y la masacre de la escuela Díaz -la mayor suspensión de los Derechos Humanos en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, según Amnistía Internacional- y pronosticaron el futuro de los movimientos sociales.

Durante las acampadas del 15 M en 2011, surgieron numerosas listas de libros que formaban parte de la “biblioteca” que había inspirado el movimiento y Q aparecía siempre citado. Y no es casual, tampoco, dado que forma parte de la bibliografía recomendada por varios profesores de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid, entre ellos el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. No es, por tanto, nada descabellado que muchos de los integrantes de la lista de Ahora Madrid hayan leído la novela. Y en ese caso es probable que recuerden una de las más célebres frases del texto: “La ingenuidad, como la locura de los profetas, se traiciona sola”.

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