Calabria.
Dirección: Francesco Munzi.
Reparto: Marco Leonardi, Peppino Mazzotta y Barbara Bobulova.
Leo, hijo de Luciano, dispara su escopeta contra un bar protegido de un clan local en el corazón de Aspromonte, en la región meridional italiana de Calabria. Una provocación como respuesta a otra, un gesto de ultraje que este muchacho imagina como una prueba de su coraje y afirmación de su propia identidad. Su acto intimidatorio tiene sus ecos en Milán, en la otra punta del país, y enciende la mecha de un conflicto entre clanes que siempre había estado latente.
El cineasta Francesco Munzi firma con éste, su tercer filme, una tragedia griega con trasfondo calabrés inspirada en la novela homónima de Gioacchino Criaco, pero al contrario que en sus películas precedentes (Saimir y El resto de la noche), se sumerge en el corazón de la cultura de su región, aunque con una mirada de extranjero, con la mirada abierta y consciente del riesgo de representar lugares, historias y personajes que pocas veces antes han sido plasmadas en el cine. Porque la ‘ndrangheta, probablemente la más poderosa de todas las organizaciones criminales italianas y la que más vínculos internacionales mantiene, misteriosamente es una incógnita para el cine.
Munzi no quiere seguir la estela de Matteo Garrone, director de Gomorra, una de las mejores películas italianas de este siglo, y de hecho su película se separa de esa mirada casi documental de aquella, pero ambas beben del mismo espíritu de compromiso social y político. Y eso es lo que hace de Calabria, traducción muy superficial del original Almas negras, un título imprescindible para comprender las complejidades de la cultura meridional italiana y un sistema patriarcal capitalista.