Pasolini
Dirección: Abel Ferrara.
Reparto: Willem Dafoe, Riccardo Scamarccio y Valerio Mastandrea.
Para reconstruir el último día de vida del polifacético artista italiano Pier Paolo Pasolini -poeta, cineasta, ensayista y agitador político-, que sigue siendo una figura cultural controvertida en su país cuarenta años después de su brutal asesinato, el director Abel Ferrara ha contado con Willem Dafoe, un actor de indiscutible talento que además asemeja de manera asombrosa al personaje retratado. Pero parece que el esfuerzo de escritura y de puesta en escena se ha limitado a la verosimilitud y ha obviado todo un trabajo de construcción narrativa, quizá mucho más interesante en la teoría que en la ejecución.
Pasolini es una biografía dramática de lo más convencional cuyo resultado a menudo es incoherente y que no logra satisfacer a los conocedores de la figura ni a quienes buscaban conocerlo.
“El arte de la narrativa, como todos sabemos, está muerto”, proclama Pasolini en una de las numerosas cartas que se escuchan en off durante la película. “Estamos de luto”, añade, para explicar que el autor tiene una relación mucho más estrecha con la forma que con la narración. Un poco antes, en otra epístola dirigida al escritor Alberto Moravia, prepara a su colega y amigo a la lectura de un manuscrito de una novela inconclusa, heterodoxa y tremendamente ambiciosa que vendría publicada de manera póstuma con el título de Petrolio. Pasolini se pregunta si la forma escogida, una mezcla de ensayo, periodismo, crítica, correspondencia personal y poesía, será suficientemente clara para expresarse. Abel Ferrara y su coguionista Maurizio Braucci parece que han intentado recorrer el mismo camino. Adoptan ese rechazo por la narrativa estructurada y persiguen una experimentación formal en un valiente intento de unir estilo, contenido y personaje.