Esencias, existencias y disidencias

En el punto de partida de las elecciones primarias en el Partido Socialista habrá tres aspirantes. Al final de esta carrera ya veremos quién acaba concurriendo a las urnas. Para empezar, los tres candidatos están obligados a decir aquello tan manido de que una vez decantado el secretario general, hay que hacer una piña con él. Es ritual, pero nunca ha sido verdad, como hemos presenciado en la lidia de Podemos en Vistalegre, en la que claramente el número dos salió escaldado de la confrontación con el número uno y sus ideas han sido enviadas al desván de las cosas que nunca existieron.

El PSOE juega la carta de las personas antes que la carta ideológica, estratégica y táctica, que la fijará el congreso del partido. Un juego arriesgado, habida cuenta de que las ponencias van por un lado y la votación del secretario general por otro. Si el nuevo líder no está de acuerdo con lo que salga del Congreso, ¿qué hará?, ¿marcharse como hizo Sánchez tras la constitución de la gestora y la decisión de ésta de desautorizar su política?

En los partidos políticos (y en otros órdenes de la vida) la ortodoxia la define quien tiene el poder; el administrador de las esencias es quien tiene la caja y quien hace las listas. No voy a negar la existencia de las difusas ideologías que caracterizan a cada partido, ni las tradicionales estrategias en la esgrima política, pero son solamente una referencia sentimental.

Ningún partido ha sido clemente con la disidencia, aunque haya medios más sutiles que otros en aplicar los grados de crionización del perdedor. En la izquierda, la manera de sobrevivir ha sido crear una nueva internacional (a escala nacional, un nuevo grupo político) que reclama para sí  las esencias. En la derecha se dan más los exilios áureos, si puede ser a costa del erario, mejor.

Cuando acabe la carrera por la secretaría general del PSOE, habrá vencedor y vencidos. El ganador encarnará la ortodoxia, y lo que diga el Congreso se interpretará de acuerdo con ella. A los perdedores les considero, desde ya, amigos míos, que soy un sentimental.

 

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