Editar y resistir. VII. DIRTY WORKS

Que la literatura no tiene fin es algo que suele olvidarse. Por supuesto, saber que no lo tiene es algo agotador. Echar un vistazo a las mesas de novedades y descubrir cada día a centenares de autores de los que no habíamos oído hablar deslumbra y desespera a partes iguales. Ser consciente de las limitaciones que acortan nuestra vida como lectores nos coloca en una tesitura incómoda y rebelde. ¿Por qué tengo que leer a este o aquel autor? ¿Por qué tengo que estar al tanto de cada novedad, ya sea de un escritor inédito en castellano, novel o consagrado? ¿Por qué la maquinaria editorial no me deja perder más tiempo en asuntos cotidianos como el cuidado buco dental o las apuestas por internet?
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Ha nacido una nueva editorial. Al parecer,  el riesgo y la valentía de los nuevos editores tampoco tiene fin. Se llama Dirty Works y ha venido, consecuentemente, para hacer el trabajo sucio: editar a escritores que no conocíamos o conocíamos de oídas, y publicar novelas que rabian, que duelen, que insultan, que se saltan las normas y nos obligan a pensar qué haríamos nosotros si pudiéramos comportarnos así. Qué haríamos nosotros si supiéramos escribir así. Por el momento han publicado cinco títulos: La primera novela de Larry Brown, Trabajo sucio, una historia que planea con humor y coraje sobre los desastres de la guerra. Maldito desde la cuna, de William S. Burroughs Jr., sí, el hijo del autor de El almuerzo desnudo, que desmenuza su corta e intensísima vida así como la relación con su padre y otros miembros de la generación beat. El amante de las cicatrices, de Harry Crews, un intento de escribir una historia de amor frustrada por la sombra de las marcas que dejan las heridas más dolorosas. El libro de cuentos Volt, de Alan Heathcock, donde la violencia se reproduce y se expande dentro de los confines de un mismo territorio. Y por último, otro libro de relatos, El hielo en el fin del mundo, de Mark Richard, que desmenuza la otra cara del sueño americano, y que fue galordonado en su día con el PEN/Ernest Hemingway Foundation Award.
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Para saber algo más sobre esta editorial, Javier Lucini, editor y traductor, ha tenido a bien contestar con originalidad a cinco preguntas tan normales y corrientes que asustan.
1- ¿Para qué sirve la literatura?
Para no matar. Para no asesinar a nadie. Para no comenzar a darle importancia a robar, para no pasar del robo a la bebida y a la inobservancia del Día del Señor y acabar por faltar a la buena educación y acabar dejando las cosas para el día siguiente.
2- ¿Por qué seguir editando libros y qué significa ser un editor independiente?
Por lo mismo que hay que seguir escribiéndolos: para sobrevivir. Lo decía Harry Crews, uno de nuestros autores: las historias lo son todo y todo son historias. Contar historias es una manera de sobrevivir y de comprenderse. Nada muere si hay historias. Todo se incorpora y se traspasa de una generación a la siguiente y quienes cargan con ese legado son los que acaban por darle forma y color. De ahí la importancia y la responsabilidad de la edición. Ser pequeño e independiente significa, básicamente, no disecarse (como los viejos dinosaurios).
3-¿Cuándo se acabará el mundo en papel?
Tenemos una amiga que estuvo en Japón y se trajo varios WC electrónicos, de esos con calefacción y chorrillo de agua templada. Los probamos, pero no nos convenció. Seguimos prefiriendo un buen papel, suave y sedoso. No sé si eso responde tu pregunta.
4- ¿Qué libro o autor representa mejor su catálogo y sus ambiciones?
Larry Brown, sin duda. Su ópera prima es la que da nombre a nuestra editorial. Trabajo sucio. Dirty Works. Publicaremos toda su obra. De todas formas, hablar de un catálogo que por ahora solo tiene cinco títulos es un poco precipitado.
5- ¿Confía en descubrir al mejor autor contemporáneo o prefiere rescatar del olvido una gran novela del siglo pasado?
Lo cierto es que no pensamos en términos de canon. Si la historia nos seduce, nos da igual que sea el peor autor contemporáneo o la peor novela del siglo pasado. En realidad es parte del “trabajo sucio”. Quizá sea esa la labor del editor independiente que nos preguntabas antes: hacer el trabajo sucio. Alguien tiene que hacerlo (de la profilaxis, la pulcritud, la urbanidad y la impecabilidad ya se encargan otros).
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