Hace exactamente tres años entrevisté al cineasta Daniel Monzón en plena promoción de su último filme hasta la fecha, El niño, un thriller de espíritu comercial que ahondaba de manera muy precisa en las contradicciones de las democracias liberales occidentales (y no solo la española): el narcotráfico y todas las actividades económicas ilegales monopolizadas por mafias solo tienen razón de ser sustentadas en la connivencia con el propio sistema que permite la existencia desregulada de paraísos fiscales. En un contexto de esas características es evidente que las fuerzas del orden tiene poco margen de maniobra y no es de extrañar que algunos de sus integrantes, hartos de la dinámica propia de castigo de Sísifo, se dejen corromper. A veces el cine comercial es mucho más certero a la hora de diagnosticar los problemas del mundo contemporáneo que muchos (y muy sesudos) analistas.
Durante aquella entrevista Monzón tenía a mano, sobre la mesa del bar en el que nos habíamos reunido, una copia de A sangre y fuego, la antología de relatos de no ficción que el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales había escrito durante la Guerra Civil española. Pregunté al director si ese sería su próximo proyecto y me respondió sonriendo: “Ya me gustaría”. Me he acordado de esta escena hoy cuando he leído en Twitter a otro director, J. A. Bayona, que publicaba una reflexión escrita por Chaves Nogales incluida en su libro de reportajes ¿Qué pasa en Cataluña?: “El separatismo es una rara sustancia que se utiliza en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Cataluña como aglutinante de las clases conservadoras (para sus privilegios económicos)” .
Aquel “Ya me gustaría” de Monzón implicaba muchas cosas: que Chaves Nogales era un intelectual tan comprometido con las causas que consideraba justas como desafecto al forofismo político patrio (y en ese sentido A sangre y fuego es un ejemplo meridiano), a pesar de que la lucidez con la que contemplaba este país hace un siglo sigue siendo vigente. A día de hoy hay quien lo llamaría equidistante, un epíteto que ha perdido cualquier valor por el abuso de quienes quieren arrimar el ascua a sus propias sardinas. Aquel “Ya me gustaría” implicaba que en este mundo -y en concreto en este país- ya no hay sitio para gente como Chaves Nogales porque los hemos arrinconado en la orilla para que se los acabe llevando la marea.