A Stanley Kubrick no le dolían prendas a la hora de reconocer los méritos de sus colegas de profesión o de elogiar películas ajenas. Es conocida la devoción que profesaba a quienes consideraba sus maestros: Max Ophlus, Ingmar Bergman, Akira Kurosawa y Federico Fellini. Al primo de la lista consagró una de las escenas más famosas de su filmografía, el plano secuencia de la trinchera de Senderos de gloria (1957), un homenaje a la técnica favorita de Ophlus en el día de su fallecimiento.
Pero lo que resulta más sorprendente, quizá por esa imagen huraña y arrogante que el cineasta se había construido, es que Kubrick seguía muy de cerca la producción cinematográfica de su época y reconocía abiertamente la influencia que ejercía sobre él. El caso más conocido es el de Cabeza borradora (1977), el primer largometraje de David Lynch. Kubrick la usó como ejemplo para explicar a los actores Jack Nicholson y Shelley Duvall el tono de El resplandor (1980).
Todo esto viene a cuento de un artículo publicado por el British Film Institute (BFI) sobre la cinefilia de Kubrick en el que se elencaban sus películas favoritas. Un usuario de Internet Movie Data Base ha hecho una lista que se puede consultar aquí. Las listas de los maestros no son muy diferentes de las listas de mejores películas que construyen por consenso los críticos de todas las épocas -están siempre presentes los sospechosos habituales-, pero nos permiten definir mejor al personaje, conocer sus gustos y quizá entender sus influencias. A nadie puede sorprender, por tanto, que Kubrick venerase a Ophlus, a Fellini, a Chaplin, a Lang o a Tarkovski, pero sí que nombrase entre sus películas favoritas títulos españoles: El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, y Bodas de sangre, de Carlos Saura. O que entre sus favoritos más recientes se puedan contar Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, o Los blancos no la saben meter, de Ron Shelton.