La verdad

Leviatán es la historia de un hombre amenazado por una bestia gigante a la que no puede combatir en solitario. Un ciudadano amenazado por la administración local encarnada en un alto funcionario público corrupto que pretende arrebatarle el terreno sobre el que se levanta su hogar, la herencia de sus padres, el legado de sus abuelos. Una expropiación legitimada en el constructo legal soviético, pero aplicada con fines individuales: otorgar el solar en una concesión oscura para ejecutar una operación inmobiliaria de la que unos pocos sacarán provecho económico.

El director Andrei Zvyagintsev se inspira en una historia real sucedida en Estados Unidos para capturar una panorámica de las contradicciones de la Rusia postcomunista: el omnipresente aparato del Estado soviético reciclado en una burocracia capitalista, ultraliberal y corrompida. Kolya, el protagonista, es una víctima del absolutismo de nuevo cuño que devora cualquier atisbo de contrato social. Y al final de sus tres horas de pantagruélico y gélico festín, triunfa la verdad, pero es una verdad judicial, sostenida en pruebas que, sin embargo, nada tienen que ver con la realidad.

El filme ruso, que engrosa la lista corta de los candidatos a Mejor filme de habla no inglesa en los próximos Oscar, es una acerada y universal lectura política de la era postideológica. Este leviatán ha atracado en Rusia, pero bien podría haber aparecido en las costas de cualquier país de la Europa Occidental.

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