La Mole (II)

III. Tiempo cero.

La temperatura de un horno crematorio oscila entre los 800 y los 1.000 grados centígrados. El peso resultante de las cenizas de un cadáver incinerado es de unos 2 kilogramos de media. Los restos de la madre de Hector pesaban 1,78 kilos y habían sido entregados en una urna de aluminio de dos litros de capacidad. Su madre expresó su deseo de ser incinerada y su última voluntad, según el texto que leyó su albacea, era que sus cenizas fueran esparcidas desde la explanada de la basílica que se alza sobre el monte Superga, en su ciudad natal, Turín. El sobre que contenía el texto incluía el volumen de Lecciones americanas que Hector tiene ahora entre las manos.

El centro histórico de Turín es una cuadrícula perfecta heredada de la originaria planificación romana. Perderse es prácticamente imposible. Y sin embargo Hector Sassari se ha desviado del itinerario que había memorizado para llegar a su destino al guiarse por la aguja que corona el edificio más emblemático de la ciudad, la Mole Antonelliana. Las once campanadas de una iglesia le anuncian la hora local aunque su reloj marca las 5 de la mañana. En un bar pide un café y un cruasán y conectado al wi fi del establecimiento busca en su móvil el lugar en el que debe tomar el próximo autobús. Dibuja las indicaciones en una servilleta y retoma el libro. Calvino define el título de su tercera conferencia: “Exactitud es un diseño de la obra bien definido y bien calculado, la evocación de imágenes visuales nítidas, incisivas, memorables, y el lenguaje más preciso posible como léxico y como plasmación de los matices del pensamiento y de la imaginación”

Hector ha cambiado doscientos dólares antes de partir desde Nueva York. Al cambio del día anterior y con la tasa de la oficina de cambio incluida, se han traducido en 180 euros repartidos en dos billetes de cincuenta y cuatro de veinte. Con uno de veinte ha pagado los dos euros y cincuenta centésimos del desayuno. Para no volver a distraerse con la aguja de la Mole, lee mientras camina hacia la plaza Vittorio Veneto, una explanada de 39.960 metros cuadrados donde debe subirse al autobús número 15.

“Vivimos bajo una lluvia ininterrumpida de imágenes, los medios más potentes transforman el mundo en imágenes que multiplican a través de una fantasmagoría de juegos de espejos; imágenes que en gran parte están privadas de la necesidad interna que debería caracterizar cada imagen, como forma y como significado, como fuerza que se impone a la atención, como riqueza de significados posibles. Gran parte de esta nube de imágenes se disuelve inmediatamente como los sueños que no dejan huella en la memoria“.

Desde la parada del autobús puede ver, a lo lejos, la basílica de Superga.

“La literatura es la Tierra Prometida en la que el lenguaje se convierte en eso que realmente debería ser”.

IV. Las ciudades invisibles.

La última parada del 15 se encuentra a la entrada de la localidad de Sassi, en la última colina antes de alcanzar Superga. Para llegar a la basílica le queda aún por recorrer un último tramo en un tren de cremallera. Hector no sabe por qué su madre le ha legado precisamente este libro, pero no puede dejar de leer.

“Hoy estamos bombardeados de una tal cantidad de imágenes que no sabemos distinguir la experiencia directa de lo que hemos visto en televisión. Corremos el peligro de perder una facultad humana fundamental: el poder de enfocar visiones con los ojos cerrados, colores y formas que surgen de la alineación de caracteres alfabéticos negros en una página blanca, de pensar por imágenes. Pienso en una posible pedagogía de la imaginación que nos habitúe a controlar la propia visión interior sin sofocarla y sin dejarla caer en un confuso fantasear, sino permitiendo que las imágenes se cristalicen en una forma bien definida, memorable, autosuficiente, icástica”.

Hector llega a la explanada, sobre la que se alza la enorme basílica. Pasea alrededor tratando de encontrar un lugar adecuado para esparcir las cenizas. La parte frontal está circundada de un murete de piedra de más de un metro de altura. Desde allí se ve toda la ciudad al otro lado del río Po. Hector evita mirar hacia abajo y se agarra a la piedra del murete. Abre la urna y comienza a agitarla. Una nube de ceniza densa flota suspendida en el aire por unos instantes hasta que la disuelve una violenta ráfaga de viento y los restos de su madre finalmente se esparcen como si fueran la metralla provocada por un estallido. Cierra la urna y contempla, a lo lejos, la luz intermitente que emite el punto más alto de la aguja de la Mole.

“Todas las realidades y las fantasías pueden tomar forma solo a través de la escritura, en la cual la exterioridad y la interioridad, el mundo y el yo, la experiencia y la fantasía, las visiones polimorfas de los ojos y del alma se encuentran contenidas en líneas uniformes de caracteres minúsculos o mayúsculos, de puntos, de comas, de paréntesis, páginas de signos alineados como granos de arena que representan el espectáculo variopinto del mundo en una superficie siempre igual y siempre diferente, como las dunas empujadas por el viento en el desierto”.

 

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