La adjudicación y posterior venta, por parte de Ramón Espinar de Podemos de la VPO, en la calle “La sonrisa” de Alcobendas causa un evidente sonrojo así como estupor y bochorno. Si hace unas semanas Artur Mas se refería a la larga sombra del antiguo régimen para cuestionar la profesionalidad del Tribunal Constitucional, ahora quizá habría aludir a la larga sombra de las tarjetas black familiares. La calle adyacente a la referida calle “La sonrisa” se llama la calle “Los sueños” y con la adjudicación y venta por parte de Ramón Espinar, correlativamente implicaba que los sueños de muchos otros jóvenes eran, desde el inicio, sueños de barro para transformarse en un lodazal de injusticia.
Y si anteriormente surgía la pregunta de si sería el tractor de Aitor quien recogiese la cosecha de la semilla del mal sembrada por Pedro Sánchez en el programa “salvados”, ahora la cuestión se transformaría en “¿será la coleta/escoba de Pablo Iglesias quien recoja el lodazal en que se han convertido los sueños de barro de los demás jóvenes solicitantes de VPO? Dice Ramón Espinar que no se puede comparar la masiva venta de VPO a fondos buitre con la aislada venta realizada por él. Esta aislada venta, que para Ramón Espinar no tiene importancia, es una fisura y brecha en toda regla al Estado de Derecho, y una brecha por aquí y otra por allá constituyen una auténtica capa de ozono, muy importante, para el Estado de Derecho. Igualmente, Espinar explica que vendió VPO porque vió (casualmente tras serle adjudicada y entregada) que no podía hacer frente al pago de la misma; pero, en el momento de la solicitud, qué era lo que tenía tan claro para que todos apoquinasen hasta la abuela, ¿era la adjudicación lo que tenía tan claro?
Así mismo, para justificar la operación, Ramón Espinar refiere que dada la mejor situación de la economía en el año 2005, esperaba hallar un empleo una vez recién licenciado.Tal argumentación no es propia de un prelicenciado porque se cae por su propio peso. Las expectativas de hallar un recién licenciado un empleo eran las mismas en 2005 que en 2013 y en estos instantes: cuasi nulas. La adjudicación de la VPO no se realizó por sorteo sino también casualmente por discrecionalidad. Por todos los datos, no deja de sobrevolar la duda de si más que de discrecionalidad estábamos ante una arbitrariedad. La discrecionalidad se halla, sólo bajo ciertos márgenes, dentro del Estado de Derecho pero si estos márgenes (de discrecionalidad) se desbordan entramos en la arbitrariedad y ésta, sí que se halla por completo fuera del Estado de Derecho. Por todo ello, la operación de adjudicación y venta de la VPO de la calle “La sonrisa” más que sonrojo provoca estupor y bochorno.