La importancia de Carver

Ha pasado un mes desde que la película Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia se coronara en la gala de los Oscars con cuatro de los premios principales y se confirmara como uno de los mejores títulos estadounidenses del último año. Lo sorprendente del caso es que desde su estreno en Venecia hasta ahora, se le ha prestado muy poca atención al alma literaria que subyace en su guion (también galardonado): el cuento de Raymond Carver De qué hablamos cuando hablamos de amor, que impregna desde el sentido último de muchos de los diálogos a la psicología de los personajes y que permite una comprensión mucho más honda del sentido del filme.

Después de su proyección en el festival de Venecia se destacó la capacidad del director mexicano Alejandro González Iñárritu para llevar a la pantalla el gran bagaje cultural estadounidense, desde Hollywood a Broadway, de las provincias remotas de EE UU a Nueva York. El maestro de la narrativa breve estadounidense contó en sus siempre memorables páginas a personajes humildes y casi siempre desesperados que navegaban en las dificultades de la vida cotidiana de la América provincial. A ese realismo minimalista Carver añadía siempre un toque de poesía que despejaba la niebla de la cotidianidad y presentaba en sus obras los “nuevos pobres”, los álter egos de los mitos del bienestar, hijos de otra América que siempre se ha intentado de esconder o de marginalizar. Y es ahí donde resida la capital importancia de Carver y es por eso que tiene sentido entreverarlo entre Hollywood y Broadway, los grandes templos de la cultura estadounidense internacionalizada, que al mismo tiempo han bebido del particular universo de Carver.

El maestro murió el 2 de agosto de 1988 de un tumor en el hígado provocado por su dependencia al alcohol. En su epitafio inscrito en su tumba están inscritos unos versos de su poesía Un sendero nuevo a la cascada, los mismos con los que Iñárritu abre su película:

¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra. 

 

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