Una vez mas estamos viviendo un “espectáculo” mediático originado en esta ocasión por la desaparición de Diana Dequer de su domicilio vacacional en A Pobra (Coruña). Diana es una joven de 18 años, hija de una familia que podemos denominar “compleja”. Padres divorciados, relaciones inexistentes entre ambos ex cónyuges y antecedentes psiquiátricos en el entorno familiar mas próximo, que a mi modo de ver son pieza clave en el extraño suceso que, conforme pasan los días, se oscurece en lugar de clarificarse.
Durante estos 20 días transcurridos sin saber nada de Diana hemos visto y oído noticias contradictorias de unos y otros. Afirmaciones de la madre que a los pocos días se desmentían o negaban. Datos sobre la búsqueda y la investigación que han ido cambiando por horas. Testigos que afirman una cosa y que poco mas tarde se les cuestionaba por los investigadores encargados del caso. Pero ha habido sobre todo un hecho que me ha inquietado sobre manera: la retirada cautelar a la madre de la guardia custodia de la hija menor. Decisión tomada por el Juez de guardia a raíz de un informe médico, que debió de ser tan contundente como para hacer que su Señoría adoptara tan trascedente, grave e infrecuente decisión para un juez de guardia, como es la separación forzosa de la menor, a la sazón hermana de la desparecida, de su madre.
Poco a poco ha trascendido que Diana Quer había tenido episodios de trastornos de conducta alimentaria. También se ha sabido que la hermana menor había sido ingresada en varias ocasiones por “trastornos conductuales no especificados”. Se ha conocido que la madre, divorciada desde hace cuatro años, padecía presuntamente y previo a la desaparición de Diana, un trastorno afectivo y que había acudido acompañando a su hija menor a urgencias en varias ocasiones. También se ha dicho que había peleas, algo mas que las habituales, entre madre e hijas e incluso que la infausta noche hubo también una pelea, desmentida tajantemente por el abogado materno. En fin, poco a poco, como suele ocurrir en estos sucesos, se ha ido configurando un panorama cada vez mas psicopatológico, que los medios hasta ahora han tratado con la prudencia y contención que el caso requiere.
Lo que en principio se definió como “retención o secuestro”, se ha transformado en una posible huida voluntaria. Lo que era una presunta acción criminal de un feriante acosador, ha dado paso a una mas que probable salida intencionada de Diana de su casa, sola o en compañía de otros. La descripción de la ropa que llevaba la joven desaparecida y que dieron los padres ha variado, por que según nos dice el abogado de la madre, la Guardia Civil le había prohibido entrar en la habitación de Diana y esta no sabía a ciencia cierta si se había cambiado o no de ropa.
En fin, lo dicho, muchas dudas e incógnitas, no solo en lo que le ha pasado a Diana Quer, sino también en este maremagnum de informaciones contradictorias, incluida la retirada por el Juez de guardia de la custodia de una menor, no explicada ni aclarada todavía por nadie, y el alejamiento de la menor de la madre en unos momentos que se nos antojan los menos adecuados para ello, salvo que existan, seguro que será así, poderosas y contundentes razones.
A fecha de hoy solo hay una cosa cierta Diana Quer sigue desaparecida, toda su familia angustiada y la sociedad intentando acompañarles en su dolor, que aunque es una frase hecha, traduce en este caso ciertamente un estado de intranquilidad y preocupación colectiva.