La desaparición de Diana Quer, o la ceremonia de la confusión.

Una vez mas estamos viviendo un “espectáculo” mediático originado en esta ocasión por la desaparición de Diana Dequer de su domicilio vacacional en A Pobra (Coruña). Diana es una joven de 18 años, hija de una familia que podemos denominar “compleja”. Padres divorciados, relaciones inexistentes entre ambos ex cónyuges y antecedentes psiquiátricos en el entorno familiar mas próximo, que a mi modo de ver son pieza clave en el extraño suceso que, conforme pasan los días, se oscurece en lugar de clarificarse.

Durante estos 20 días transcurridos sin saber nada de Diana hemos visto y oído noticias contradictorias de unos y otros. Afirmaciones de la madre que a los pocos días se desmentían o negaban. Datos sobre la búsqueda y la investigación que han ido cambiando por horas. Testigos que afirman una cosa y que poco mas tarde se les cuestionaba por los investigadores encargados del caso. Pero ha habido sobre todo un hecho que me ha inquietado sobre manera: la retirada cautelar a la madre de la guardia custodia de la hija menor. Decisión tomada por el Juez de guardia a raíz de un informe médico, que debió de ser tan contundente como para hacer que su Señoría adoptara tan trascedente, grave e infrecuente decisión para un juez de guardia, como es la separación forzosa de la menor, a la sazón hermana de la desparecida, de su madre.

Poco a poco ha trascendido que Diana Quer había tenido episodios de trastornos de conducta alimentaria. También se ha sabido que la hermana menor había sido ingresada en varias ocasiones por “trastornos conductuales no especificados”. Se ha conocido que la madre, divorciada desde hace cuatro años, padecía presuntamente y previo a la desaparición de Diana, un trastorno afectivo y que había acudido acompañando a su hija menor a urgencias en varias ocasiones. También se ha dicho que había peleas, algo mas que las habituales, entre madre e hijas e incluso que la infausta noche hubo también una pelea, desmentida tajantemente por el abogado materno. En fin, poco a poco, como suele ocurrir en estos sucesos, se ha ido configurando un panorama cada vez mas psicopatológico, que los medios hasta ahora han tratado con la prudencia y contención que el caso requiere.

Lo que en principio se definió como “retención o secuestro”, se ha transformado en una posible huida voluntaria. Lo que era una presunta acción criminal de un feriante acosador, ha dado paso a una mas que probable salida intencionada de Diana de su casa, sola o en compañía de otros. La descripción de la ropa que llevaba la joven desaparecida y que dieron los padres ha variado, por que según nos dice el abogado de la madre, la Guardia Civil le había prohibido entrar en la habitación de Diana y esta no sabía a ciencia cierta si se había cambiado o no de ropa.

En fin, lo dicho, muchas dudas e incógnitas, no solo en lo que le ha pasado a Diana Quer, sino también en este maremagnum de informaciones contradictorias, incluida la retirada por el Juez de guardia de la custodia de una menor, no explicada ni aclarada todavía por nadie, y el alejamiento de la menor de la madre en unos momentos que se nos antojan los menos adecuados para ello, salvo que existan, seguro que será así, poderosas y contundentes razones.

A fecha de hoy solo hay una cosa cierta Diana Quer sigue desaparecida, toda su familia angustiada y la sociedad intentando acompañarles en su dolor, que aunque es una frase hecha, traduce en este caso ciertamente un estado de intranquilidad y preocupación colectiva.

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LA CONGRESITIS

La congresitis ha sido hasta ahora una enfermedad endémica entre los médicos, pero con el nuevo modelo que ha implantado “Farmaindustria” se quiere atajar esta “plaga” que al decir de algunos asolaba la formación medica.

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Para los que no estén avezados en la materia podríamos definir la congresitis como un trastorno psíquico leve caracterizado por una obsesión del profesional de la salud por acudir a todo tipo de eventos (congresos, simposios, mesas redondas, jornadas, reuniones, talleres), y de esta forma incrementar su formación y estar al dia en su materia específica.

Esto, que en principio sería altamente positivo y necesario para una buena practica, al ser uno de los criterios que recoge la llamada “Lex Artis”, acaba convirtiéndose en un despropósito y en un dislate cuando la asistencia a congresos es, sobre todo y ante todo, una forma de salir de la rutina diaria, saludar a viejos compañeros y amigos, hacer turismo y hacerlo, eso si, subvencionado por la industria farmacéutica. La inmensa totalidad de los congresos que se están llevando a cabo no podrían celebrarse sino fuera por la elevada inversión que realizan los diversos laboratorios e industrias del sector, que, de alguna manera, son los “paganos”, eso si, interesados, de la desidia y mediocridad gubernamental en esta materia.

Yo no critico ni cuestiono el fondo, pero si las formas y me limito a exponer un hecho que es evidente y del que he sido testigo directo, sobre todo en mis tiempos de medico residente. Hoy, asistir a un congreso médico supone un desembolso para el profesional muchas veces inasumible. Las inscripciones son excesiva e injustificadamente costosas; los desplazamientos y alojamientos superan las dietas oficiales de cualquier funcionario; la manutención con frecuencia no está incluida en la inscripción; en fin que sale por “un ojo de la cara” la formación y eso no puede, o no debe, ser.

Para evitar tan elevado dispendio en la precaria economía del medico, aparece la figura “salvadora” de la industria farmacéutica que, con un interés legitimo en que el profesional sanitario se forme y actualice, le ayuda en estos menesteres, para luego quizá, solo quizá, ser “mejor considerada y posicionada” cuando llegue la hora de la prescripción correspondiente.

Yo he organizado infinidad de talleres, cursos y simposios formativos para profesionales de la salud, tanto en España como fuera de ella. Y la inmensa mayoría han sido financiados, patrocinados o exponsorizados por la industria. Pero eso si, nunca he hablado de prescripción, de recetas, ni de medicamentos. Siempre he tratado temas psiquiátrico legales o aspectos de comunicación, autoestima, estrés laboral y salud mental. Por lo tanto conozco a fondo el asunto y me creo moralmente legitimado para hacer las criticas que hago y, también, proferir las alabanzas que lanzo.

La industria farmacéutica durante muchos años ha sido la única vía de formación para el médico una vez acabada su licenciatura/grado. La inversión que los laboratorios han hecho ha sido cuantiosa, y a veces poco o nada rentable para el organizador como era mi caso y el de muchos otros profesionales, pero hacían un servicio muy importante y con eso se daban por satisfechos. Al lado de este planteamiento correcto y honesto viene la perversión y el desatino que en otros casos si hemos visto.

He sido testigo directo de cómo algunos compañeros han recorrido el mundo a todo trapo con la “coartada” perfecta de la asistencia a congresos. “Asistencia” que muchas veces era solo teórica ya que en la practica eran meros viajes de placer envueltos en la coartada perfecta de un congreso. He visto invitaciones fastuosas para ir oriente medio, viajes de fin de semana a Nueva York, realización de eventos en balnearios y spa, reuniones que duraban tres días y solo había unas pocas horas de docencia real. En fin algunos colegas han recorrido el mundo entero y con un nivel impropio a sus ingresos reales gracias a la invitación de la industria del medicamento.

Ahora todo eso parece ser ya historia y el buen hacer y la lógica se ha impuesto, quizá en exceso, ya que hemos pasado del todo vale de antaño, a la austeridad extrema, casi esperpéntica y espartana que ahora impone el llamado código ético. Parece que somos un país de extremos en todo y para todo.

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Tan profundo va a ser el cambio que se nos anuncia ya, que algunos laboratorios solo se van contribuir económicamente en congresos “virtuales” a los que únicamente asistirán físicamente los ponentes o comunicantes, pero aquellos que no participen activamente, (los oyentes) tendrán que verlo por las redes sociales, o bien pagárselo de su bolsillo. Quizá sea una buena idea, no lo se, veremos como se desarrollan los acontecimientos, aunque se me antoja a bote pronto injusta y desproporcionada esta medida.

No quiero acabar mi reflexión sin insistir en la importante labor formativa que la industria del sector farmacéutico ha realizado y siguen realizando en nuestro país. Han llevado y llevan el peso de la investigación sanitaria y de la formación del postgrado y lo hacen muy bien. Pero ello no es óbice para criticar, siempre constructivamente, algunos de los métodos empleados, que espero y deseo, sean sólo historia pasada.

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La enfermedad mental ante la ley

 

PSIQUIATRIA FORENSE

 

Si la Psiquiatría se puede definir de forma genérica como la especialidad médica que se ocupa del diagnóstico, prevención y tratamiento de la enfermedad mental, la Psiquiatría Legal o Forense sería un subespecialidad de la psiquiatría general, que tiene como objeto aclarar aquellos casos en los que una persona, por el especial estado de su salud mental, necesita también una consideración especial ante la ley. De todos es conocido que la enfermedad mental posee una serie de peculiaridades que la diferencian del resto de la patología que afecta al ser humano, dichos matices los podríamos resumir en los siguientes puntos:

-       Reducción o pérdida de la libertad del sujeto frente así mismo.

-       Aparición de estructuras psíquicas nuevas cualitativamente distintas a las que tienen los sanos.

-       Alteración del control de la realidad y de la relación social.

-       Graves dificultades para el control instintivo.

Todos estos aspectos hacen comprensible la preocupación que la sociedad ha sentido a lo largo de los tiempos por la enfermedad mental y sobre todo en su relación con el mundo del derecho, relación que, sobre todo últimamente se ha incrementado de forma importante, al ser invocados cada vez con más frecuencia los trastornos psiquiátricos como causa de atenuación o exención de responsabilidad criminal. Esta obligada interrelación entre dos ciencias tan diferentes como son la Psiquiatría y el Derecho, tanto en lo que hace referencia a sus orígenes y principios fundamentales como a su método de trabajo, origina no pocos problemas y dificultades en su aplicación práctica. Pasemos a continuación revista a aquellos aspectos que pueden ser más interesantes y también más problemáticos en su comprensión.

Imputabilidad.-

Imputar, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, significa “atribuir a otro culpa, delito o acción”. Etimológicamente proviene del latín y tiene el significado de “poner en la cuenta de”, siendo la imputabilidad uno de los problemas más importantes para la psiquiatría legal penal, ya que ella es el fundamento y la base sobre la que a su vez se sustentan la responsabilidad y la culpabilidad. La imputabilidad tiene su origen clásicamente en dos planteamientos derivados de la escuela Aristotélico-Tomista: la CAPACIDAD DE ENTENDER y la LIBERTAD VOLITIVA, o lo que es  lo mismo, que una persona tenga la capacidad sustancial de apreciar la criminalidad y lo injusto de su conducta (sepa lo que hace) y la capacidad de dirigir su actuación conforme a dicho entendimiento (sea libre para hacerlo o no).

Trastorno Mental Transitorio.

Se entiende como tal, una alteración psíquica de intensidad y envergadura muy importante, pero limitada en el tiempo y originada por una causa inmediata y fácilmente evidenciable. Este controvertido y polémico concepto que fue introducido en nuestro ordenamiento jurídico en 1932 por el jurista Jiménez de Asúa y el psiquiatra Sanchís Banús, ha quedado sensiblemente limitado en su uso, empleándose  en la actualidad sólo para ciertas intoxicaciones de gran intensidad y para algunos Trastornos Mentales Orgánicos sobre todo de etiología toximetabólica

Capacidad Jurídica.

Se denomina de esta manera la aptitud que tiene el hombre para ser titular de derechos y obligaciones.  Esta capacidad jurídica la tienen todos los seres humanos por el mero hecho de serlo, aunque puede verse restringida o limitada en virtud de sentencia judicial y según lo establecido en las leyes (Artº 199 del Código Civil).

El mismo texto legal añade que son causas de incapacitación las enfermedades o deficiencias persistentes de carácter físico o psíquico que impidan a la persona gobernarse por si mismo (Artº 200 C.C.). Las causas de índole biológica que pueden ser tributarias de incapacitación serían:

-       La Edad (18 años)

-       La Prodigalidad (Conducta desordenada por la que se pone en peligro el patrimonio de forma injustificada).

-       Enfermedades físicas o psíquicas (siempre que sean permanentes en el tiempo e impidan el autogobierno).

Enfermedad Mental y Delito

La peligrosidad social del enfermo mental es uno de los temas más controvertidos y polémicos de la psiquiatría legal. En los momentos actuales no existen datos objetivos que nos permitan afirmar que el enfermo mental sea más peligroso para la sociedad que los sujetos llamados “normales”. Ahora bien, no tenemos inconveniente en admitir que determinadas enfermedades y durante períodos concretos de las mismas (sobre todo psicosis en las fases de inicio), pueden originar conductas agresivas, incluso con resultados letales, que van a producir en muchos casos una cierta alarma social por lo que tienen de desproporcionadas, incomprensibles y violentas.

Otro problema diferente es el que se plantea con un grupo concreto de enfermos como son los toxicómanos (incluyendo en este grupo al alcohólico) ya que en este colectivo la delictogénesis es mucho más elevada, siendo fruto básicamente de dos situaciones: Por la intoxicación aguda de la sustancia lo que les lleva a cometer actividades violentas y antisociales sobre todo con determinadas drogas de estimulante (anfetaminas, cocaína etc..), o por la deprivación de la substancia (síndrome de abstinencia) seguida de la búsqueda patológica la misma. En ambos casos la peligrosidad criminal y por ende la social del sujeto se incrementa notablemente, pudiendo producirse alteraciones conductuales incluibles en un caso dentro del Trastorno Mental Transitorio, y en el otro cercanos a la Enajenación.

Es absolutamente necesario regular en algunos casos la instauración del tratamiento psiquiatrico involuntario como una forma no solo de disminuir la criminogénesis, sino también la de ayudar a disminuir los estigmas y prejuicios que existen con este tipo de enfermos y de normalizar la percepción social frente a los trastornos y alteraciones psiquiátricas.

 

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Las paradojas de la mente: suicidio ampliado

Estos días he hablado en algunos medios sobre el suicidio ampliado a raíz de lo acontecido en un barrio de Zaragoza, y tengo que confesar que, o no me he explicado con claridad, o quizá no se me ha entendido adecuadamente. Opto sin duda por la primera opción.

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Hay personas que sufren lo que llamamos los psiquiatras depresión con ideas psicóticas de ruina o de culpa. Estos enfermos tienen el convencimiento de que la vida en general no tiene ningún sentido ni valor. No tienen esperanza en nada ni en nadie y lo que todavía es peor, están absoluta y ciegamente persuadidos que sus seres queridos están en la misma situación que ellos: condenados sin remedio a una existencia cruel. Por eso hacen lo que hacen, matarlos.

El crimen ocurrido en Zaragoza es una muestra de compasión y de misericordia, claro está, visto siempre desde la perspectiva de una menta muy enferma, absolutamente desquiciada y enajenada. Solo desde esa óptica se puede comprender lo que ha pasado. Un padre de familia de 72 años, que sufría desde hace tiempo una depresión, da muerte de forma brutal (a martillazos) a su mujer enferma de cáncer, y casi lo consigue con un hijo discapacitado dejándole mal herido. El otro hijo del matrimonio que acudió posteriormente al lugar, también fue herido pero se salvó afortunadamente.

No deberíamos valorar ni juzgar este hecho como un crimen machista. Nada tiene que ver lo ocurrido en el barrio de zaragozano de Santa Isabel, con la violencia de genero por mucho que lo diga el código penal. Esta conducta es fruto de una mente muy enferma, absolutamente perturbada y dañada. No hay odio, ni celos, ni venganza, ni vanidad, ni rupturas. Solo hay creencias delirantes que llevan al enfermo a su ruina humana y social.

La barrera que separa la locura de la normalidad es muy lábil y cualquiera puede traspasarla, al igual que también cualquiera puede tener un cáncer, una diabetes o una hipertensión arterial. Lo que ocurre es que de la mente y su funcionamiento dependen las conductas y actitudes humanas, y de ellas dependen según cual sea el nivel de salud la realización de hechos ya sean heroicos, ya sean execrables.

Estoy seguro que, salvo mejor criterio de los Tribunales de Justicia, el homicida será considerado como un enajenado (denominación clásica del enfermo mental inimputable), y se le aplicará una medida de seguridad, es decir, un tratamiento adecuado a su dolencia.

Sin duda el castigo mayor en estos casos es que la persona recupere la cordura y que el sujeto sea consciente de sus propios actos. El considerar a estas personas vulgares delincuentes, sería, en mi opinión, un agravio y un insulto a los criterios médicos actuales.

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Como ser padres y no morir en el intento

Ser padre o madre es una de las asignaturas más difíciles que existen, y, curiosamente, no nos la enseñan en ninguna universidad. Imagínense por un momento lo interesante y útil que sería poder hacer un “master” o un “expertaje”, de esos que ahora se prodigan tanto, para “aprender a ser el padre o la madre perfectos”. Seguro que habría grandes colas para poderse matricular en cualquiera de ellos.

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Sería fantástico poder saber con certidumbre lo que hay que hacer en cada momento con los hijos. Cuando hay que hablarles y cuando no. Cómo hay que hacerlo. Qué tipo de castigos o de correcciones es más conveniente aplicar. A qué horas pueden llegar. Qué hacer cuando el rendimiento académico es insatisfactorio. Cómo saber si las amistades que tienen son las mas apropiadas. Qué actividades deben hacer como complemento de sus estudios. Qué tipo de deporte les conviene más. En fin, en pocas palabras, saber educar correctamente a los hijos.

Pero mientras no dispongamos de esas fantásticas “escuelas de padres”, yo me he permitido la osadía de darles algunas recomendaciones extraídas tanto de mi experiencia personal, como de lo que he visto en mi consulta, a la que por cierto cada vez acuden con más frecuencia padres agobiados por la malas relaciones que tienen con sus hijos y por los problemas de convivencia que les produce todo ello.

 

imagesLo primero que me gustaría llevar a su ánimo es que ser padre o madre es una experiencia realmente interesante desde la óptica psicológica, fascinante desde el punto de vista humano y ciertamente compleja desde la perspectiva pedagógica. Pero también quiero significar algo obvio pero que se olvida con frecuencia. Ser padre o madre es absolutamente natural, fisiológico y para lo que se precisa, sobre todo, mucho interés y elevadas dosis de “sentido común”. Si, de ese que como reza el tópico es, habitualmente y por desgracia, el “menos común de los sentidos”.

En el momento presente existe una desmesurada hiperprotección hacia los hijos. Los padres no sólo cuidamos a nuestros retoños, sino que en cierta manera les “agobiamos” con nuestro exceso de celo impidiéndoles madurar de forma adecuada. No olvidemos que madurez significa, ante todo, tolerancia ante la frustración, ante la adversidad, ante los contratiempos y avatares de la vida. Una persona que no ha sufrido y que no es tolerante, es, en principio y siempre, una persona inmadura.

Los padres tenemos la obligación de frustrar a nuestros hijos. Eso sí, hay que hacerlo con cariño, con medida, con tiento, con prudencia. De forma razonable y proporcional al periodo evolutivo en el que el muchacho o la muchacha se encuentre. Todas las personas, pero los niños y adolescentes más, nos movemos por el “principio del placer”. Es decir, por la tendencia a realizar aquellas actividades que son más cómodas para nosotros y desechar las que nos supongan esfuerzos (principio de realidad).

Es necesario que los padres preparemos a nuestros hijos para soportar las adversidades y contratiempos que la vida les va a originar. Es, insistimos, indispensable “frustrar razonablemente” en el hogar a los hijos, para de esta forma evitar, que cuando salgan fuera de él y se enfrenten con el mundo, cuando nosotros ya no estemos para protegerles, los problemas y contratiempos les hagan un daño mucho mayor, a veces un daño irreversible.

Los padres debemos ser ante todo padres, y no pretender ser los “amigos” de nuestros hijos, los “colegas” como dicen ellos, actitud esta que por cierto se ha puesto muy de moda últimamente invocándose como una forma de progresismo a mi modo de ver absurda e inconveniente pedagógicamente hablando. Por supuesto que es imprescindible hablar, dialogar, bajar a su nivel, ser comprensivos, tolerantes, ceder, darnos cuenta de las angustias e incertidumbres que la maduración de la personalidad origina. Pero ello no quiere decir que cometamos el error de querer ser como un compañero más. Somos los padres y como tales debemos constituir un referente y un modelo que ellos quieran y deseen imitar.

Por lo tanto, dialogar y comunicarse con ellos siempre. Pero ceder por sistema a sus chantajes y caprichos, tolerar reiteradamente sus desmanes, no corregir sus equivocaciones, aguantar permanentemente sus impertinencias, nunca. Los padres tenemos la obligación de sentar un principio de autoridad y servir de referencia y modelo. Ello, además de necesario para una buena convivencia familiar, es muy útil y ventajoso para el desarrollo y equilibrio psicológico del muchacho o muchacha. Por ello hay que saber castigar, o si lo prefieren corregir, las actitudes y comportamientos inadecuados que hayamos observado. Cierto que el castigo a de ser proporcional al hecho, que debe tener también una cierta inmediatez y nunca ha de ser una forma de descargar nuestra agresividad. Pero, mientras el ser humano este hecho de la pasta que esta, el castigo es necesario. Absolutamente necesario para fortalecer y encauzar la personalidad del joven.

Que es difícil ejercer el “oficio” de padre o de madre creemos que nadie lo puede cuestionar. Pero también es una de las tareas más hermosas que un ser humano puede realizar. ¡Ánimo y adelante!. Con un poco de buena voluntad, grandes dosis de paciencia, y un aceptable sentido común, el trabajo está medio hecho y es muy probable que cuando echemos la vista atrás nos sintamos satisfechos de la labor realizada.

 

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¡La vida es un circo!, no se la tome en serio.

Efectivamente, si lo pensamos bien, la vida es un circo, un enorme y atractivo circo donde cada uno de nosotros interpretamos un papel. Unos hacen de domadores, otros de trapecistas, otros de payasos, otros de funambulistas, otros de saltimbanquis. En fin, cada uno, parafraseando el conocido refrán popular, “según lo que natura le ha dado y Salamanca le ha prestado”, representa lo mejor que puede su papel en este mundo.

¿Sencillo, verdad?. Pero a pesar de ser sencillo y evidente hay personas que se empeñan en vivir la vida, la efímera y corta vida de la que disponen, llenos de angustia y de pesares. Hay individuos que tienen, lo que algunos han dado en llamar con cierto tono humorístico pero con mucha razón, el “arte de amargarse la vida”. Pero cuidado, no es que voluntariamente quieran vivir y ser de esa forma. No son masoquistas, en absoluto. Son personas enfermas que tienen un precario control sobre sus sentimientos y afectos. Son sujetos que se anticipan negativamente al futuro; que no se perdonan sus errores; que rumian una y otra vez ideas absurdas que les hacen padecer intensamente; que tienen miedos irracionales e ilógicos. En definitiva, son pacientes que sufren esperpéntica, innecesaria, y también, aunque nos parezca mentira, inevitablemente durante toda su vida.

Lo que antaño llamábamos neurosis es lo que la psiquiatría moderna llama ahora “Trastornos de Ansiedad”. La verdad es que, además de sonar mejor,  esta denominación es mucho más precisa y correcta. Ser neurótico ha sido, y todavía sigue siendo, un insulto. En cambio sufrir un trastorno de ansiedad tiene otra connotación mucho más aceptada por la sociedad actual. Es un término más suave y que nos suena mejor.

Se le llame como se le llame el denominador común y la base de todas las conductas y comportamientos neuróticos es la ansiedad. Claro está, una ansiedad que es siempre excesiva, desproporcionada, incongruente, absurda, inmotivada, o, si lo prefieren, irracional e ilógica. Pero cómo, doctor, ¿Es que hay ansiedad normal?. Por supuesto que sí. No tengan la menor duda. Tener ansiedad es saludable y hasta necesario para desarrollar determinadas actividades con eficacia y eficiencia. Todos a lo largo de nuestra vida tenemos que superar obstáculos, y enfrentarnos a situaciones difíciles e incluso hostiles. La mayoría de nosotros debemos saltar barreras y capear problemas. Pues bien, para todo ello hace falta tener ansiedad. Una ansiedad moderada que nos estimule. Una ansiedad proporcional a la situación. Una ansiedad natural que nos haga estar atentos ante las dificultades, y que de esta forma nos sea más fácil superarlas. Ese tipo de ansiedad es buena, saludable y necesaria. La otra, la enfermiza, la patológica, es una de las peores cosas que nos puede ocurrir.

Los “neuróticos” de antes ansiosos de ahora no necesitan enemigos. Ellos son sus peores enemigos. Los problemas y adversidades no están fuera, en el mundo que les rodea, sino dentro de su mente enferma. Ellos mismos todos los días se ponen un montón de chinitas en su camino y hacen de su vida un problema constante. Ante el más mínimo contratiempo o adversidad se desencajan. Se agobian, se preocupan de forma tan innecesaria como incontrolable. No viven la vida, la malviven llenos de temores y de preocupaciones por algo que, o no ha ocurrido, o si ya ha pasado, no tiene en ningún caso la importancia y trascendencia que ellos le dan.

La ansiedad, y en general todos los trastornos neuróticos, son enfermedades muy molestas. El paciente además de sufrir se encuentra solo. Profunda y desconsoladamente solo. Su familia, amigos, vecinos, compañeros, jefes, hasta el señor que le vende todos los días el periódico, todos les dan buenos consejos. Todos le dicen lo mismo: ¡Pero hombre, no te preocupes por eso. No ves que no tiene tanta importancia. Tranquilízate que todo irá bien! Sin embargo nuestro personaje, el neurótico, es incapaz de hacerlo. Tiene miedo, inseguridad, dudas, incertidumbre, angustia que no le es posible controlar a través de la voluntad.

Ese es precisamente su gran drama personal. Es consciente de que esta agrandando y distorsionando los problemas y las dificultades. Se da cuenta de lo absurdo de la situación, de lo inútiles que son sus agobios. Pero no tiene a penas control sobre todo ello.

Sólo un tratamiento médico serio y prolongado le ayudaran de verdad y le pondrán en el buen camino permitiéndole eliminar la ansiedad que le sobra y que le bloquea. Recuérdenlo siempre y no se dejen engañar. Cuando la ansiedad es patológica y no es la respuesta proporcionada ante un acontecimiento vital; cuando la tristeza deja de ser un sentimiento y se convierte en una enfermedad; cuando las obsesiones nos atormentan y nos obligan a hacer rituales compulsivos; cuando los miedos que nos invaden son irracionales y nos llegan a impedir tener una vida corriente; cuando sufrimos por temores indefinidos y por desgracias que no han venido; cuando creemos que tenemos todo tipo de enfermedades a pesar de las múltiples exploraciones que nos han hecho. Cuando todo esto ocurra no sea tonto. No se deje tomar el pelo por esos personajillos de tres al cuarto que con pócimas misteriosas, rocambolescos ejercicios y prácticas de todo tipo le prometerán una curación que no conseguirán y lo que es peor, le harán perder un tiempo precioso, además de disminuir sustancialmente su cuenta corriente.

 

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La felicidad

Hoy todo el mundo habla de la felicidad, incluso en las ultimas décadas han surgido ciencias  que se han dedicado a su estudio. Lo que algunos psicólogos y sociólogos pensaban que era imposible medir (la felicidad) y veían hasta con desconfianza que dicho concepto formara parte de estudios científicos, hoy se ha convertido en una de las tendencias de vanguardia en el campo de la Psicología y también en el de las llamadas genéricamente Ciencias del Comportamiento.

Todos queremos y anhelamos ser felices, todos aspiramos a conquistar nuestra cota de felicidad, pero, ¿que es la felicidad? La respuesta será muy diferente según a quien le preguntemos. Para unos será un paseo bajo la lluvia; para otros la satisfacción de un trabajo bien hecho; habrá quien la identificará con el poder o el dinero, y otros con la paz interior y el sosiego. Hay quien la vera como un sueño inalcanzable y otros como algo sumamente fácil de conseguir. En fin, para gustos los colores, y en esto de la felicidad hay tantas opiniones como individuos sobre la faz de la tierra.

Cada uno tiene un concepto personal y subjetivo de lo que es la felicidad. Dicen algunos expertos “que ser feliz no es una meta, sino un medio para alcanzar otras: estar más saludable, tener mejores relaciones, conseguir más dinero, hacer más dinero o tener un mejor trabajo”. Pueden tener razon, un servidor prefiere recurrir a los aforismos clásicos para definirla y este que les proponemos nos parece muy saludable y certero: la felicidad no es un destino al que llegar sino una forma de viajar”.

Lo que nos dicen los estudios realizados sobre el tema es que al menos el 50% de nuestra felicidad vendría determinada genéticamente. Es decir “la mayoría de nosotros nace con un nivel de felicidad prefijado en los cromosomas”. Pero, ¿qué ocurre con el otro 50 por ciento? Pues ese porcentaje depende por un lado de nuestras circunstancias vitales (10%) y el 40 % restante estaría en función de todo aquello que hacemos deliberadamente para ser felices, es decir, de nuestra actitud. La felicidad no se nos regala en la lotería de la vida, la tenemos que conquistar cada dia.

Es innegable que existen una serie de mecanismos químicos asociados al placer y al bienestar. Estoy haciendo referencia a la dopamina, neurotransmisor esencial asociado al goce y la felicidad. A medida que envejecemos, los niveles de dopamina disminuyen, por eso resulta muy importante para ser feliz en edades longevas conseguir experiencias que nos ayuden a regenerar dentro de lo posible este importante neurotransmisor.

Otro componente importante de la felicidad consiste en saber disfrutar del momento. Es decir se trata de conseguir disfrutar intensamente de lo que haces y de que lo haces bien; en esas circunstancias la persona percibe tener el control de su vida y se nos olvida todo lo demás, incluso de uno mismo. Aquellos que poseen la capacidad de disfrutar el instante son más felices que aquellos que lo hacen ocasionalmente o que nunca lo experimentan.

La felicidad también depende en gran manera de la capacidad de recuperarse con rapidez de la adversidad, es lo que se llama resiliencia. “No todas las adversidades son negativas”, en muchos casos el sufrir una crisis es la mejor manera de fortalecer el animo y conseguir mecanismos de adaptación cada vez mejores y mas eficaces, que nos permitan salir airosos de nuevas situaciones de incomodidad

Lo que si parece claro y demostrado es que el dinero no da la felicidad, al contrario, es uno de los grandes enemigos. Eso es así por que el ser humano se  adapta con rapidez al placer, y con el paso del tiempo, aquello que nos provocaba placer deja de tener ese efecto, razón por la cual los seres humanos estamos constantemente insatisfechos. Esa es la causa por la que la felicidad inicial que nos produce el que nos toque la lotería por ejemplo, muy pronto deja de surtir un efecto positivo, decayendo con el paso del tiempo y originando una nueva percepción de malestar y una actitud de ambición inacabable.

En cambio todos los estudios realizados al respecto insisten que las personas que poseen vínculos familiares y amigos cercanos, son mucho mas felices por que se sienten apoyados y fortalecidos por su presencia. Y ello no significa que no existan roces, o problemas, o conflictos, pero a pesar de ello, la sensación que conlleva la existencia del vinculo socio-familiar es una vacuna para el malestar y la desdicha.

Pero sin duda uno de los elementos que nos hace ser mas felices es la generosidad y la compasión. El saber ponernos en el lugar del otro, el dar nuestro tiempo y nuestro apoyo al ser humano que tenemos al lado, el empatizar con el semejante y comprender la situación por la que esta pasando, ayudándole en aquello que podamos es siempre un elemento clave para obtener felicidad y paz. No hay mejor medicina y terapia mas sencilla y barata que ponerse en el lugar del prójimo. Ayudando a otro sin duda nos ayudamos a nosotros mismos. 

 

 

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¿Merito y capacidad?

Las premisas de merito y capacidad son las que deben regir el acceso a cualquier puesto de trabajo, y mucho mas cuando este puesto se lleva a cabo en la “función pública”.

Esto quiere decir algo tan sencillo como que para ser el psiquiatra de una área de salud, o formar parte de los servicios de extinción de incendios de una ciudad, o ser el juez de instrucción de un partido territorial, o el abogado del estado de un ministerio, lo esencial es que todos estos puestos, u otros similares, los ocupen los mejores, los mas preparados, los mas cualificados, aquellos que por haber demostrado a través de pruebas objetivas los mayores méritos y por tener la mejor cualificación profesional, sean los elegidos para ello.

Pero desgraciadamente lo que estamos viendo y, también sufriendo, en nuestro país no va siempre por ese camino. Cierto que hay oposiciones y concursos serios y estrictos para acceder a determinados trabajos, pero también es cierto que cada vez son mayores las sombras que muchas veces se ciernen sobre la imparcialidad y la objetividad para el acceso a la función publica.

En muchos casos los currículos académicos no sirven para casi nada, despreciándose de esta forma la labor realizada durante años en escuelas y facultades universitarias; en otros se permite la entrada en el escalafón a través de “turnos especiales”, que si bien es cierto que en su origen tenían como finalidad conseguir “sabia nueva”, el tiempo va demostrando que es mas bien una “puerta falsa” para dar plazas a quien no ha podido, o no ha querido, someterse al examen ordinario. Por último vemos, no sin asombro e indignación, como la larga mano de algunos políticos sacan plazas hechas a “diseño y a medida” de un determinado candidato al que se le da la plaza que luego, cuando ellos, los políticos y gestores de turno deseen o les interese, se cobraran con creces en lealtad y vasallaje.

En España existen “interinidades” que contraria y paradójicamente a su denominación son vitalicias; “sustitutos” que no sustituyen sino que ocupan puestos permanentes; “becarios” que no acaban nunca su formación y que siguen bajo la “esclavitud” laboral del jefe que tiene la coartada perfecta de que aun les hace falta tiempo para conseguir la formación adecuada”; “asesores” para asesorar de aquello para lo que ya existen asesores de plantilla duplicando de esta forma funciones y gastos.

Con las famosas coletillas de “libre designación”, “necesidades para el servicio” o “perfil de idoneidad”, se saltan a la torera los rigurosos criterios de acceso para obtener una plaza pública, y se le da muchas veces no al mejor sino a quien “el jefe” “político” quiere y desea. Asi de sencillo y de frívolo. Así injusto y de cutre. Una vez que el “seudofuncionario” ha conseguido entrar, el permanecer en el puesto es fácil, consiste en aceptar ser el vasallo, a veces bufón, del jefe que le hizo el favor y, problema resuelto.

Esto desanima a cualquiera y altera la salud mental de los que están luchando por conseguir honradamente su objetivo de un obtener una plaza en el sector publico. Y si la victima del abuso es un joven que lleva meses, a veces años, dedicado a un estudio intenso, paciente y resignado el daño es todavía mucho mayor. Es muy frustrante para esas personas llenas de ilusión ver como otros, menos capaces y menos meritorios, ocupan puestos que a ellos se les privan de forma torticera.

Por este camino es obvio que no vamos bien. Es necesario reflexionar seriamente sobre el asunto para evitar, entre otras cosas, la fuga de jóvenes, inteligentes y preparados profesionales a otros países, en donde los méritos y la capacidad si se valoran y se tienen muy en cuenta.

 

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Por sus videos los conoceréis.

Blasfemar es pecado, dicen los sacerdotes y el catecismo. Sin embargo, sí que aberra no sólo al Derecho, sino a la más elemental ética, hacer escarnio de los sentimientos religiosos de los demás, sea cual fuere su credo. A la par, como psiquiatra, resulta siempre muy interesante analizar qué hay detrás de un sujeto que se jacta en un video de ser “maricón” –según sus propios términos-, a la par que reivindica su presunta fe, que se ve, según se deduce del engendro, lastrada por la Iglesia.

Si no saben de qué estoy hablando, basta con que busquen en Google, esa panacea moderna, los términos “video blasfemo Baleares” para llegar a ver la excrecencia intelectual efectuada por un joven, posiblemente menor de edad, que se autodenomina Samantha Hudson. El documento es francamente deplorable, por cuanto esconde un terrible mensaje de odio y discriminación, no contra los homosexuales –que francamente, creo que también, en la medida que siquiera la utilización del término “maricón” con tanta procacidad resulta desagradable para quienes tenemos un especial respeto hacia las tendencias del prójimo- como además también es muy lesivo para los que nos consideramos cristianos, que, según parece, somos una inmensa minoría en España, más de un setenta por ciento de la población. En fin, cuatro gatos.

El video, ya les anticipo, hace alusiones a Jesucristo o la Virgen María en términos tan deleznables e irrespetuosos que siquiera mencionarlos es admisible sin caer en lo escatológico –en su acepción no teológica-. Ante tal extremo, no piensen que el video en cuestión, filmado al parecer para ser presentado en el Instituto, tuvo en aquel centro mala acogida, en absoluto, se calificó de Sobresaliente. Así y aunque es verdad que hace muchos años que no me siento en un aula de secundaria o bachillerato, pero en efecto, creo que por muy desfasado que yo esté –que seguro lo estoy- y por mucho que hayan cambiado las cosas –por desgracia, no siempre a mejor- resulta increíble tal valoración de una basura infecta de odio tan sinvergüenza y cómplice.

Como profesional de la salud mental, creo honestamente que un menor que se expresa en estos términos está necesitado de protección. Debe valorarse si su desarrollo está siendo el adecuado, si ese asco hacia la Iglesia y lo que representa es una idea libremente formada, y en todo caso, hacerle ver que la ofensa a los sentimientos religiosos de los demás es un acto contrario al Ordenamiento, y que además, expresa claramente que una persona no está preparada para convivir en sociedad, por cuanto, tal extremo, en una democracia, implica una tolerancia necesaria a lo que no sólo es diferente a mi, sino contrario, a aquello que me disgusta. Eso es desarrollo sano. Lo contrario, es un devenir patológico, violento -ahora, verbalmente, luego veremos- y con un problema para adaptarse a un entorno donde las religiones y las creencias deben convivir sin agresiones como estas.

Por otra parte, también no deja de sorprenderme como las autoridades judiciales no han tomado medidas, especialmente la Fiscalía de Menores de Baleares, ante este tipo de materiales que fomentan conductas de violencia y ataque a una creencia. A la par, no podemos dispersar el foco sobre quienes tienen capital responsabilidad –y a lo mejor, culpa-, como son los profesores y como son también los padres, que deben controlar lo que sus hijos hacen, por mayores que sean dentro de su minoría de edad legal. Es una responsabilidad de muchos evitar estas manifestaciones que como cristiano, me ofenden, y como psiquiatra, me preocupan.

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“Reinas Magas”: ¿Paridad o parida?

Paridad y paridas no es lo mismo, ha dicho Esperanza Aguirre con tono circunspecto, y no le falta razón a mi entender. La condición humana no deja de sorprendernos, y puestos a crear noticias y a llamar la atención somos los españoles realmente unos “figuras” de mucho cuidado. Parece que ahora es el “cambio” lo que “mola”, como dicen algunos, y junto al “cambio” la dichosa “paridad”, aunque ello vaya no solo contra natura, sino también contra el sentido común.

El hecho de que en los barrios madrileños de Vallecas y San Blas vaya a haber cabalgatas de “reinas magas” es irrelevante en sí, anecdótico, pero si tiene, al menos para los que nos dedicamos al estudio de la salud mental, un cierto valor indicativo de lo que piensan, creen y sienten algunas personas. Son muchas veces los pequeños signos y síntomas, como decimos los médicos, los que nos ponen en guardia y permiten el diagnostico de una entidad, trastorno o alteración. Por ello, una cosa es que todos, hombres y mujeres tengamos los mismos derechos ante la ley, algo indiscutible, y otra muy distinta querer cambiar absurdamente hasta la historia y las tradiciones so pretexto  de la paridad.

El hombre y la mujer no son biológicamente iguales, por mucho que algunos lo proclamen. Hay diferencias sustanciales de tipo hormonal, de distribución del panículo adiposo, de la cantidad de masa muscular. También hay diferencias neuroquímicas, osteológicas, anatómicas, senso-perceptivas, en fin, que por mucho que nos empeñemos, mejor dicho por mucho que algunos se empeñen, ya que servidor lo tiene muy claro, no es posible, al menos de momento, conseguir la paridad biológica. Eso, parafraseando un slogan de campaña electoral, “no se puede”.

No es necesario insistir en que todos, hombres y mujeres, tenemos los mismos derechos, es obvio, dudarlo es insultante y a estas alturas de la película nadie lo puede cuestionar. Pero de ahí a hacer que los reyes magos, es decir la tradición para unos, la historia para otros, la fabula, el mito y la leyenda para una gran mayoría, tengan que entrar en el campo político y convertirse en un elemento ideológico, con todos los respetos, me parece una memez.

España tiene en este momento muchos problemas e importantes retos. Nuestros representantes tienen que dialogar, ceder, transigir. Deben pactar, formar un nuevo gobierno y seguir adelante con la recuperación económica y social. Todos tenemos que intentar ser felices y vivir de la mejor y mas honesta manera posible.

Por eso lo de las “Reinas Magas” es tan solo una boutard, una broma, un chiste. Pero, eso si, es un chiste significativo de hasta donde puede llegar el ser humano en su afán por significarse e innovar. No sólo se pretende cambiar de gobierno, hecho natural y saludable tras unas elecciones, parece que algunos aspiran también a cambiar la tradición y si les dejan hasta el sexo de los reyes magos. Lo dicho: “Ni están todos los que son, ni son todos los que están”.

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