El traspiés liberal de míster C

La política de los días sirve como ejemplo de las ideas o de las malas ideas. No es completamente cierto que la política traicione los idearios, es sólo que la cortedad de miras de la política práctica se impone con facilidad sobre las ideas, la cordura y la coherencia. Si todos los políticos fueran consecuentes con el ideario que dicen profesar, la política sería más previsible y, por tanto, más aburrida.

Un ejemplo palmario de la inconsecuencia de la acción política lo acaba de ofrecer el partido Ciudadanos. Apenas hace unas semanas, en su Congreso, dio un giro ideológico que muchos consideraron de simple oportunidad. Abandonaron la socialdemocracia templada para abrazar el liberalismo progresista. Este cambio, debería significar que la prioridad del partido es ahora la libertad, cuando antes era la solidaridad. Otra cosa es lo que los viejos liberales, generalmente escépticos,  pensemos sobre los que Hayek, definió como los socialdemócratas de todos los partidos.

Unas semanas más tarde, el partido al que me refiero se vio en la tesitura de explicar cuánto de giro ideológico real hay en su nueva formulación doctrinal. La conclusión ha sido fácil e inmediata. Ninguno. Se votaba la convalidación de un Real Decreto del Gobierno que regula la transformación del monopolio airado de la estiba en los puertos españoles. Una organización que no supera ni el más grosero cedazo de libertad de mercado.

Los nuevos liberales progresistas votaron en contra de la libertad de mercado. ¡Qué bautizo! No se trata, al menos aquí, de enjuiciar la decisión política desde el punto de vista de la lid partidista que a mí, dicho sea de paso, me importa una higa, sino de la palmaria disgregación que existe entre la nueva ideología que inspira al partido y la volubilidad de su vigencia práctica.

Los partidarios de Ciudadanos deben saber que lo bueno de profesar la libertad es que, a partir de ese momento, todo está mucho más claro. La libertad no es acomodaticia, la libertad no es fraccionaria, la libertad tiene contornos definidos. Se cree o no se cree en ella. Y a veces, duele; a veces repugna, pero hay que seguir defendiéndola aunque se utilice contra nosotros. Así de sencillo es ser liberal.De nada, Mr. C.

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