Editar y resistir. IV. IMPEDIMENTA

Normalmente suelo introducir al lector en la trayectoria de la editorial cuyo editor se ha atrevido a responder estas preguntas nada originales para las que pedimos respuestas que sí lo sean. Normalmente lo hago, digo, pero tratándose de IMPEDIMENTA, la editorial que publica los libros mejor editados de España, y tratándose de Enrique Redel, fundador del sello en 2007, momento en que empezó a componer uno de los catálogos más eclécticos y más clásicos y más modernos del panorama editorial español, pues, como digo, sobran las introducciones.

Sólo por haber publicado Vacío perfecto de Stanislaw Lem, Picnic en Hanging Rock de Joan Lindsay, Un hombre que duerme de Georges Perec o El devorador de calabazas de Penélope Mortimer, una de sus últimas novedades, todos sabemos profundamente que la vida sin Impedimenta valdría menos la pena. Y si aún no conoces, como no conocía yo, a Mircea Cârtârescu, no pierdas más el tiempo con lo que sea que pierdas el tiempo y ponte a leerlo y empieza, como recomienda Redel, por Nostalgia.

Aquí las ORIGINALES RESPUESTAS  de Enrique Redel a preguntas que no lo son:

1. ¿Para qué sirve la literatura?

Para sacarnos de aquí, como diría Pessoa, para ocultarnos y escaparnos y hasta para desaparecer, para saber más y por tanto ser verdaderos humanos, para estar con nosotros mismos un rato al día, para escuchar en primera persona voces de gente que ha muerto hace mucho tiempo o que vive en un país lejano. Para saciar nuestra hambre de curiosidad, para enamorarnos y para estar en ciudades a las que nunca hemos ido, y si hemos ido, para descubrirlas de verdad, para estar en ciudades que nunca existieron ni existirán, para hablar con grandes hombres y mujeres, para ser testigo de hechos insólitos, para elucubrar, para aprender a pensar, para deleitarnos y sentir placer, para ser más críticos y menos acomodaticios, para hacernos mejores o peores personas, para sufrir y para reír.

2. ¿Por qué seguir editando libros y qué significa ser un editor independiente?

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Una vez, hablando con José Luis Sampedro le pregunté el consejo que le daría a un joven escritor. Recuerdo que él respondió: “Si puede, que lo deje”. Me pareció una respuesta algo agria (rara en Sampedro). Pero luego pensé que tenía razón: si puedes dejarlo, es que no eres escritor.

Con la edición pasa igual. El editor independiente es vocacional, edita porque no puede dejar de hacerlo. Toda su vida se reduce, finalmente, a libros, a hacer libros, a leer libros, a traficar con libros. Un artefacto prodigioso, perfecto, una tecnología robusta, como la mesa, la rueda o la cuchara: puedes hacerlos más bellos, pero en esencia no los puedes “mejorar” tecnológicamente. La independencia, más que económica, que nunca lo es (uno siempre depende de mucha gente a ese nivel), es una independencia de criterio. Uno publica lo que uno cree conveniente publicar en cada momento. El editor independiente propone, a diferencia del editor que no lo es, que se limita a acomodarse de modo oportunista al mercado. El editor independiente abre vías, muchas veces de modo arriesgado, frente a otros editores que aprovechan esas vías. Y sobre todo, las editoriales independientes están unidas indisolublemente a un tipo llamado “editor”, una persona con nombres y apellidos que toma todas las decisiones y que responde de lo bueno y de lo malo, que “firma” el catálogo editorial.

3. ¿Cuándo se acabará el mundo… en papel?

Leía estos días un excelente libro de Roberto Calasso, La marca del editor, un excelente cuaderno de apuntes de uno de los editores que más admiro, arquitecto de esa catedral de la edición independiente europea que es Adelphi. En este libro, Calasso habla de la incesante repetición de artículos, informaciones y reportajes que hablan de la desaparición del libro en papel. Tal reiteración de mensajes apocalípticos, ya superada la inicial alarma, resulta cómica.

http://impedimenta.es/media/blogs/libros/9788415979128.jpg?mtime=1413191589El libro en papel no morirá, evidentemente, como vehículo de transmisión de ideas, de fijación del conocimiento selecto, como recipiente no sujeto a obsolescencia de nuestras historias, de nuestro arte. Los simulacros virtuales del libro tienen ventajas indudables (la portabilidad de una gran cantidad de títulos en poco espacio, la interactividad, la rápida búsqueda), pero cuando se trasciende la dimensión “utilitaria” del libro, las desventajas son múltiples y son determinantes. Se trata de una tecnología que por naturaleza es obsoleta, y que además es vicaria de todo tipo de cacharros y artefactos incompatibles entre ellos, sujetos a averías, que caducan a los pocos años y que encima son tremendamente impersonales, no tienen espíritu, no tienen cara. Y son radicamente elitistas (el libro en papel no lo es). Por no hablar de las enormes diferencias entre leer un libro en papel y uno electrónico, en cuanto a comprensión, aprovechamiento de la lectura o cercanía.

Creo más bien que el enemigo del libro en papel no es el libro electrónico, sino las otras opciones “de ocio” que están cada vez más a nuestra disposición: las tabletas, los smartphones, los contenidos audiovisuales online… Antes nos aburríamos más y leíamos más. Ahora es imposible aburrirse. Con pulsar una tecla de teléfono tenemos acceso a contenidos ilimitados.

4. ¿Qué libro o autor representa mejor su catálogo y sus ambiciones?

Quizás Mircea Cârtârescu. Autor rumano del posmodernismo, autor casi total, comparable, bajo mi punto de vista, a Borges, Kundera o Cortázar, del que hemos publicado ya El Ruletista, Lulu, Nostalgia y Las Bellas Extranjeras, y del que tenemos previsto publicar un libro al año hasta 2020. Cârtârescu es uno de los mejores autores europeos del momento, su nombre suena para el Nobel desde hace años y su literatura está emparentada y es heredera de la mejor tradición de la literatura rumana y centroeuropea.

5. ¿Confía en descubrir al mejor autor contemporáneo o prefiere rescatar del olvido una gran novela del siglo pasado?

Impedimenta comenzó siendo una editorial de recuperaciones. El peso de los autores clásicos era determinante. Luego fuimos derivando a autores clave del XX, con especial atención a la literatura anglosajona escrita por mujeres. Actualmente cada vez son más los autores contemporáneos que publicamos. No solo a Cârtârescu sino a Alan Sillitoe (que murió hace poquísimos años), y en 2015 a Pascal Bruckner o Jaan Kross. Creo que ningún editor merece tal nombre si no “descubre” o ayuda a difundir a autores de su generación.

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