#En tu fiesta me colé

En la fiesta de la democracia que volverá a celebrarse el 22 de mayo se han colado, de repente, unos cuantos miles de personas que estaban invitadas, pero para llegar, votar e irse sin rechistar.
Por motivos profesionales y personales, he pasado por Sol el lunes, el martes y el miércoles. Y he visto de todo: muchos jóvenes, pero también mucha gente de todas las edades; camisetas y vaqueros, pero también trajes y corbatas; ayer, en tres metros a la redonda de donde estaba yo había dos mujeres en avanzado estado de gestación. La gente con la que he hablado no hace más que preguntar indignada que quién es aquí en antisistema, si los políticos o los ciudadanos.
También vi proclamas abstencionistas, porque imagino que los abstencionistas que han existido siempre no van a cambiar ahora el sentido de su voto. Pero, de momento, me quedo con un cartel “Pedimos democracia, no la abstención”.
Veo a los políticos descolocados ante la movilización que entra ya en su sexto día. Siguen sin escuchar, pero están inquietos. Una de las pocas cosas que creo que están claras es que, por lo general, nadie pide no ir a votar el domingo, sino castigar electoralmente al PP y al PSOE. Sin embargo, en lo que va de mañana (son las 10.53h), ya he leído unas declaraciones de José Blanco avisando a los jóvenes del “error” de no ir a votar y Alberto Ruiz Gallardón ha dicho no compartir “los mensajes que invitan a los españoles a alejarse” de su derecho a votar.
Más reacciones: En el PP ya hay quien ha empezado a denunciar supuestas conjuras para frenar su esperado éxito electoral. Pero, en general, desde las filas populares se ha optado más bien por la descalificación, lo que me hace pensar que suponen que no deber haber mucho votante potencial: Esperanza Aguirre ha llamado “antisistema” a los movilizados; su número 3, Francisco Granados, les ha acusado de “enturbiar”, y Mariano Rajoy les reprendió hace un par de días con aquello de que “es muy fácil criticar a los políticos”. Esta mañana ha preferido obviar el tema en una intervención para presentar al alcalde de Madrid, donde la Puerta del Sol ha vuelto a amanecer llena de gente.
La evaluación en el PSOE es también que esto les perjudica especialmente a ellos. Pero, en su caso, sus dirigentes se han lanzado a solidarizarse con los manifestantes y a pedirles el voto. Se les entiende y les acoge, pero José Luis Rodríguez Zapatero ha preferido trasladar a las afueras de Madrid el mitin de cierre de campaña que tenía pensando celebrar en la Plaza Mayor, demasiado cerca del kilómetro 0 de la indignación.
No soy la única que piensa que lo que está ocurriendo en la calle de muchas ciudades españolas (quiero destacar la concentración de ayer en Valencia, que demuestra que aún hay gente que prefiere llenar una plaza pública y no la plaza de toros para jalear a Francisco Camps) tendrá poco o nulo efecto en las elecciones del domingo. Aún así, me parece bien (y me sumo) porque tampoco era natural tanto silencio ante los recortes que se vienen decretando desde hace un año y los que nos esperan después del domingo. También porque basta ya de que nos tomen el pelo. Si Borges hubiera leído uno de los motivos que alegó ayer la Junta Electoral de Madrid para, sin éxito, desautorizar la concentración en Sol -”la petición del voto responsable puede afectar a la campaña electoral”- lo hubiera incluido en su Historia Universal de la Infamia.
Por otra parte, pienso que la #spanishrevolution ya ha conseguido algo: poner nerviosos a los políticos, algo que seguro que no se esperaban a estas alturas de la vida.


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