Quien calla, gana…

…Porque quienes otorgamos somos más bien nosotros, los que votamos.
Me explico. Este post va sobre lo sobrevalorado que está en este país el silencio de los políticos.
Se supone que les encargamos a ellos la gestión del país, pero en lugar de enzarzarse en una batalla dialéctica de por qué las cosas deberían hacerse de tal o cual manera y de por qué el otro las hace mal, lo que nos encontramos es la cruda realidad de que quien más calladito está es el que más posibilidades de éxito tiene.
Los expertos en encuestas parten de la base de que es mejor un candidato desconocido que uno al que se le conozcan demasiados defectos. Y cuando ya eres conocido, una manera eficaz de no cometer errores es no decir ni esta boca es mía. Esta estrategia funciona porque, si tenemos en cuenta las encuestas del CIS, parece que los españoles apreciamos especialmente el silencio. La monarquía y el ejército, las dos instituciones que no hablan, son las más valoradas.
Tenemos pruebas de la importancia que se le da al silencio en los dos grandes partidos.
En el PSOE, la batalla sucesoria ha puesto en primera línea a Carme Chacón como una de las aspirantes a relevar a Rodríguez Zapatero. Por lo que se ve, muchos dirigentes y militantes socialistas la ven la más apropiada para hacerse con las riendas del partido. Pero yo no sé qué opina la ministra de Defensa de casi nada, si exceptuamos lo mucho que valora al ejército y la labor de los militares. Desde hace unas semanas, también sé que ella prefiere primarias. Como su nombre suena desde hace años como la posible sucesora de Rodríguez Zapatero, la estrategia de quienes la impulsan ha sido “protegerla”. Y la protección ha consistido en que Chacón no habla con la prensa y no se mete en temas que no son los suyos. Diputada, ex vicepresidenta del Congreso, ex ministra de Vivienda y ahora de Defensa, Chacón se ha mantenido al margen de las grandes polémicas. Es una de las dirigentes del PSC más destacadas pero pasó de puntillas por la polémica que suscitó durante años la redacción del nuevo Estatut de Cataluña. No se le conocen opiniones al respecto más que apoyar la sentencia del Tribunal Constitucional y excusar su asistencia a la manifestación en contra del fallo en la que participó el entonces gobierno socialista catalán porque  tenía “otros compromisos”.
En el patio de enfrente también tenemos un poderoso ejemplo. El presidente del PP, Mariano Rajoy, da contadísimas ruedas de prensa y capitanea la estrategia de su partido que consiste en no explicar su alternativa concreta a la actuación del Gobierno que tan duramente critica.
El que según las encuestas presidirá el Gobierno a partir de 2012 dijo recientemente las siguientes palabras antes del último Consejo Europeo: “Para crecer y crear empleo hay que tomar decisiones y tratar como es debido algunos asuntos”. Lo que Rajoy no especifica es qué decisiones son esas y cómo deben tratarse qué asuntos. Ni lo dice ahora, ni lo ha dicho en años anteriores y yo ya me he resignado a pasar por dos campañas electorales –la de este año y la del que viene- sin escuchar ni una propuesta con detalles de cómo y con qué medios, por ejemplo.
Es el consabido “no quemarse”, el no ahuyentar al electorado o evitar el error que a mí me parece cada vez menos democrático. El silencio impide que los ciudadanos hagan un correcto juicio de valor sobre los políticos y sus intenciones y voten en consecuencia.
Así que lanzo al aire mis preguntas: ¿Es de fiar alguien que se afana tanto en ocultar sus opiniones y sus intenciones? ¿Por qué es mejor lo bueno por conocer que lo malo conocido? ¿Para qué sirve un político que no se moja?


Enmienda a la totalidad

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