Que Dios nos perdone es la segunda película en solitario de Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981), que opta en total a seis premios. Este madrileño, que codirigió su primer largometraje 8 citas (2008) con Peris Romano y se alzó con el premio a la mejor dirección novel en 2014 por Stockholm, fue galardonado junto a su socia en la escritura Isabel Peña con el Premio del Jurado al mejor guion en la última edición del Festival de San Sebastián.
Presentas al personaje de Roberto Álamo con dos escenas muy potentes. La primera, en la que muestras su violencia, y una segunda en la que vemos su forma de hablar y de estar en el mundo cuando cuenta una anécdota. ¿Cuánto de eso estaba escrito y cuánto ha aportado el actor?
El personaje estaba muy definido. Con Roberto tuvimos un par de conversaciones muy profundas y muy densas en las que sentamos las bases del personaje y me abrió la mente bastante. A partir de ahí él se transformó en Alfaro y poco tuve que dirigir. La composición del personaje la cogió, la puso y yo la compré.
Hay mucho naturalismo en sus interpretaciones. La escena posterior, con ellos dos en el coche, rezuma verdad, por sus interpretaciones y por esa cámara que de alguna forma parece que respira.
Lo que yo quería era el naturalismo cien por cien. Yo creo que lees el guion y lo notas. En el guion está dialogado de tal manera que creo que lo que se nota es que queremos el naturalismo. Pero para mí lo esencial no es qué bien están dirigidos Roberto o Antonio, sino lo esencial es haber elegido a Roberto o Antonio. A un tipo de actor que es capaz de leer eso. Me siento muy afortunado de haber escogido a dos actores que son grandiosos, pero que además hablaban en mi mismo idioma.
¿Los hombres del filme buscan el perdón de las mujeres porque son conscientes de que las hacen daño aunque piensen que protegen su honor?
Es cierto que estamos describiendo un mundo masculino, pero porque la sociedad es machista. Pero si encima te metes en un mundo policial, no te digo que todos los policías sean así, pero puede predominar más eso. Me parece una cosa real. Y eso está en el guion, me parece que Isabel [Peña] y yo lo captamos desde el principio. No es que la base del guion fuera vamos a buscar a hombres que quieran ser perdonados por mujeres, sino que buscábamos hombres que quisieran ser perdonados, pero en esos ambientes.
Al personaje de Antonio de la Torre lo queríamos hacer paralelo al de Javier Pereira y entonces los dos queríamos que tuviesen una madre, porque en el fondo la película habla de maternidad. Y queríamos también que el personaje de De la Torre tuviera una historia de amor, que su único perdón, su única luz estuviese en una historia de amor muy oscura, muy incómoda, con una mujer.
Aunque por género Stockholm es distante, hay una relación temática entre las dos. La violencia en Stockholm era en la conducta, más que física.
Nos interesan las relaciones, no las relaciones entre hombres y mujeres. Nos interesa cómo se comportan los seres humanos. A la hora de escribir historias o de inventarnos conflictos nos interesa mucho intentar abarcar todos los espectros. Somos un hombre y una mujer que escriben. Parece ser que lo que estamos contando Isabel y yo es que el hombre muchas veces se relaciona de manera violenta, y eso ocurre en Stockholm, aunque sea una historia de amor muy discutida. No es que queramos hacer películas en las que los hombres machaquen a las mujeres, eso no, pero sí que ponemos a los personajes en situaciones en las que se tienen que relacionar con otros.
Lo que sí tienen en común Stockholm y Que Dios nos perdone es la presencia del novelista y colaborador de Tiempo Daniel Jiménez.
¡Hombre! Sí, sí. Daniel es mi mejor amigo, es mi hermano, me hace mucha gracia que salga en las películas.
Ya que nos metemos en el terreno de la literatura, ¿por qué habéis elegido El camino, de Delibes, como mecanismo narrativo?
Más que la obra en sí, buscábamos un libro de literatura española porque nos gustaba que la madre fuera profesora de esta asignatura, para que él hubiera tenido esa rectitud en esa educación. La Literatura es algo tan bonito, tan educativo y en contraste con la educación férrea y horrible que le ha dado a su hijo, que nos gustaba mucho más que que fuera profesora de educación física. Y nos acordamos de El camino de Delibes y de cómo hablaba de la madre, en partes del libro y nos gustaba de cómo hablaba de esa relación entre hijo y la madre.
Creo que una de las películas que habéis visto durante el proceso de desarrollo de la película es Memories of murder y me ha parecido ver un homenaje en la escena de los policías que comen en el mesón.
Memories of murder me fascinó y algo en que nos fijamos, que es que había partes de humor, siendo una película oscurísima, y eso está aplicado, y luego el momento de la comida, que hay muchas escenas de ellos comiendo y creo que es algo que te da mucha cercanía, porque aunque sea un thriller y ocurran muchas cosas peliculeras, la gente come, va al baño, duerme, y le da tanta humanidad a la película, que lo quisimos meter.
Pero lo de “¡Que soy compañero coño!” que grita Roberto Álamo sí que es un homenaje, ¿no?
¿De Memories of murder?
No, no, de aquel policía de paisano al que placaron otros antidisturbios durante una manifestación y lo gritó para identificarse.
¡Ah! Pues no me acordaba, en el momento del rodaje no lo pensé, pero ahora que lo dices.
Una pregunta que no te han hecho nunca: ¿el momento del thriller en España es un síntoma o es una consecuencia?
Me lo han preguntado tantas veces que me aburro a mí mismo. No lo sé porque no soy sociólogo, pero obviamente si ocurre que coinciden tantas películas de un mismo género en tan poco tiempo, algo ocurre, no puede ser azar. Está claro que hay gente, en este caso cineastas, que quiere hablar, que lo necesitan contar un mundo oscuro, una sociedad enferma, con más o menos realismo, pero está claro que hay algo en la sociedad actual que no nos gusta o que creemos que debe cambiar.
Creo que Isabel y tú habéis escrito otra película y estáis a punto de rodar.
Si Dios quiere rodamos en verano, ya estamos preparando. El guion lo escribimos el año pasado, estamos afinando. Pero estuvimos desde abril hasta agosto escribiéndolo y este último trimestre retocando versiones. Es un thriller, pero en este caso con un solo personaje protagonista, un señor como los que vemos en la tele, un señor que tiene una responsabilidad política y que ha estafado y ha robado al pueblo. Todo nació de la pregunta que nos hacíamos Isabel y yo cuando veíamos la tele: estos señores, cuando se acuestan, ¿se arrepienten? ¿Pueden mirar a sus hijos? ¿Se creen que lo están haciendo bien? ¿Piensan que cualquiera lo haría o ni siquiera tienen tiempo de engañarse a sí mismos? Todas esas preguntas quisimos responderlas porque nos parecía fascinante.