Declaración de intenciones

Si para Borges el Periodismo era aquel oficio que se basaba en la superstición de que todos los días ocurre algo interesante, la Crítica Literaria bien podría ser la creencia infundada de que los libros, cualquiera de ellos, precisan de alguien que los explique, comente y, en último término, juzgue.

Esta afirmación no pretende echar por la borda siglo y medio de estudios literarios, sino llamar la atención de hasta qué punto, a estas alturas del siglo XXI, tiene sentido escribir sobre lo que otros escriben con cualquier pretensión de autoridad, guía o siquiera aprendizaje. El lector contemporáneo está casi totalmente emancipado del crítico literario, y confía más en el boca a boca, en los premios literarios y en las listas de los más vendidos que en las apreciaciones estéticas de un grupo de individuos que, por razones casi siempre inconfesables, pontifica sobre libros ajenos en vez de escribir los propios. Aunque el divorcio no es total, y cierto tipo de crítica literaria aún mantiene su capacidad de influencia, de servir de faro ante el torrente de miles y miles de libros que se publican al año sólo en España, el comentar libros con la esperanza de que sirva para algo empieza a convertirse en una labor meramente romántica.

Y con este humor de naufragio, con esta visión tan tenebrosa del papel de la Crítica en todo el fenómeno literario, ¿por qué me meto en el lío de abrir este blog, de tensar un poco más la competencia inabarcable de una blogosfera superpoblada? ¿Por qué adopto el compromiso de publicar cada pocos días la reseña de un libro de actualidad, o de alguno de los clásicos imprescindibles? ¿Por qué me empeño en publicar comentarios sobre escritores concretos, o bien sobre hechos noticiosos que naveguen inevitablemente entre las aguas de la literatura y la realidad? ¿Acaso creo que mis modestas conclusiones pueden interesarle a alguien?

Las dudas son razonables, pero mis expectativas también. Ninguna opinión literaria está de más, siempre que se redacte con sinceridad. Y ningún apunte crítico será del todo inútil, siempre que su consejo conduzca a una lectura mínimamente satisfactoria. Así pues, sólo prometo apreciaciones literarias sinceras, que conduzcan a libros que vale la pena leer; y cuando las valoraciones sean negativas, que sirvan al menos como advertencia para invertir el siempre escaso tiempo que le dedicamos a la lectura a títulos más propicios.

Sé que no es mucho, pero creo que es suficiente. Al fin y al cabo, cuento con la ventaja de ser supersticioso, y tengo fe en que, aún a estas alturas del siglo XXI, todavía existen lectores que consideran la crítica un asidero hermoso, útil o acaso imprescindible a la hora de zambullirse en el inmenso océano de la Literatura.

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