¿MALDAD O ENFERMEDAD?: ESTA ES LA CUESTIÓN

Son ya demasiadas las veces que como psiquiatra forense me asomo a los medios comentando la barbarie, la crueldad y las aberraciones que el ser humano puede llegar a cometer. Pero este verano esta siendo especialmente doloroso y macabro. Varios muertes por violencia de genero; un padre que asesina y mutila a sus dos hijas con una radial; una madre que mata a su hija de tres meses degollándola en el mismo cementerio aquejada de una probable psicosis puerperal y tan solo hace unos días dos muchachas morían en manos del antiguo novio de una de ellas. ¡Panorama siniestro a mas no poder!

Ante estos hechos rápidamente surgen voces dispares. Unas, que hablan de locura, perversión, trastornos o enfermedad mental como las causantes de tanta atrocidad, demandando actitudes terapéuticas preventivas. Otras, que dicen clamar justicia, aunque lo que piden realmente es venganza y que pretenden sencillamente aplicar la “ley del Talión”. Por último, hay quienes aprovechan la tétrica actualidad, para demandar un endurecimiento el sistema penitenciario poniendo el acento en las medidas punitivas y en la modificación del código penal (una vez mas).

Como psiquiatra mi objetivo esencial en esta reflexión es tratar de explicar la conducta humana por muy aberrante que sea y también aportar algunas pautas para la prevención de estos comportamientos, tan marcada e inusitadamente violentos y antisociales. Vamos a ello.

Debemos partir de una premisa esencial. Nuestra conducta es básicamente consecuencia del funcionamiento del cerebro. Es decir actuamos y nos comportamos según una serie de reacciones neurobioquimicas, bioeléctricas, neurohormonales que se producen en el encéfalo. En ese “ordenador especialísimo” con el que nacemos y con el que vivimos, responsable de nuestra conducta no solo de la consciente, sino también de los actos automáticos y vegetativos. En algunos casos ese fantástico y extraordinario “ordenador” tiene un problema desde su origen que será el que dará lugar a conductas extrañas, erróneas, anormales o incluso claramente patológicas.

Pero lo cierto es que nuestro cerebro también recibe una influencia importantísima desde el exterior, capaz incluso de modificar la propia genética debido a la neuroplasticidad cerebral. Es como si a ese ordenador que hemos adquirido al nacer lo “cargáramos” con buenos programas, o, por el contrario, lo hiciéramos con copias defectuosas y llenas de artefactos. El resultado en uno u otro caso será obviamente muy diferente.

Los psiquiatras hablamos de Trastornos de la Personalidad cuando el ordenador  tiene de defectos serios de fabricación en el “disco duro”. Mientras que, por ejemplo, hablamos de Fobias, Ansiedad, Estrés, incluso Ingesta Abusiva de Sustancias, cuando son mas bien determinados “programas” que se han introducido sobre todo en la primera infancia, los responsables del mal funcionamiento.

Esta diferenciación excesivamente simplista y solo real a efectos didácticos, ya que la fisiopatología cerebral es mucho mas compleja, también nos puede explicar en parte porqué habrá sujetos a los que les va a resultar muy difícil cuando no imposible cambiar de actitud, mientras que a otros, con el entrenamiento adecuado y con abundante paciencia, si podrán realizar modificaciones y avances.

Los llamados psicópatas, por ejemplo no sienten ni perciben la realidad como el resto, es decir, su “disco duro” estaría mal construido o ensamblado. Eso nos explica su enorme frialdad emocional, su total ausencia de empatía y de remordimientos, su desmesurada tendencia a la mentira y a la manipulación, su gran egocentrismo, falta de autocrítica y su desprecio mas abyecto por el sufrimiento ajeno. En el fondo, y si lo pensamos bien, su libertad de actuación estaría disminuida. Su “ordenador cerebral” es diferente al que tenemos las demás personas y por lo tanto también lo será la forma de elaborar las ideas, y en consecuencia, de ponerlas en practica.

Desde un aspecto medico preventivo hay muchas cosas que se podrían hacer, pero para ello es necesario modificar sustancialmente el vigente marco normativo. Cuando estamos ante personalidades psicopáticas en algunos casos sería necesario imponer tratamiento farmacológico continuado o indefinido; en otros llevar a cabo a un control o vigilancia permanente del sujeto, e incluso proceder a su internamiento permanente en unidades especiales, mitad prisión mitad centro de tratamiento, como ocurre ya en algunos países de nórdicos, en donde existen centros exclusivos para el tratamiento de psicópatas o trastornos antisociales de la personalidad. Lo que no podemos hacer es no hacer nada, no en balde hay un aforismo tremendamnete cierto: “Si se hacemos lo que siempre hemos hecho, obtendremos lo que siempre hemos obtenido”. 

 

 

 

 

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