Ensayo general de una tragicomedia

Mi última entrada en estas columnas, publicada un lejanísimo 13 de julio, parece que ha pasado un siglo, se titulaba Aún es tiempo. En esos 71 días todo lo peor imaginable ha sucedido, incluido un atentado atroz que hizo creer a algún iluso que la sociedad catalana tenía voluntad bastante para frenar lo que a la postre ha sido irrefrenable. Quedan 9 días, cuando esto escribo, y nada indica que el delirio de las autoridades catalanas se vaya a desvanecer en esta semana.
Se ha atropellado la razón, se ha destrozado la convivencia, se han vulnerado las leyes, se ha instrumentalizado a los niños, se han aniquilado los símbolos, se ha mentido hasta la náusea … un ensayo general de una tragicomedia de república bananera en la que sólo falta la sangre derramada, que nos puede ensombrecer aún más en cualquier momento. Y que no van a tener pudor alguno en instrumentalizar, si se diera el caso, que fervientemente deseo que no se produzca.
Y todo esto, para dar satisfacción a una partida de difusa ideología anarquista incrustada y beneficiaria del sistema que dicen querer destruir, a los que les han facilitado la estrategia unos políticos inanes que apenas disimulan que su patriotismo se reduce a una ley de amnistía (embutida en unas leyes de fotomatón) que borre su estela corrupta.
Se ha utilizado mucho la imagen del choque de trenes queriendo significar que los errores son de doble dirección, que no es nada afortunada. Cuando dos trenes chocan, uno va por donde no debe y cuando no debe. La imagen responde a una de las miserias políticas que ha descubierto esta situación, el interés del secretario general del PSOE en propalar la idea de que en el cuadrilátero del asunto catalán hay dos contendientes, el Gobierno español y la Generalitat. ¿Por qué Sánchez ni siquiera ha querido posar con Rajoy y Rivera para visualizar su compromiso de evitar la secesión catalana? Sencillamente, porque da al traste con esa estrategia, de la que piensa sacar réditos políticos. Si el Gobierno central falla, Rajoy candidato del PP falla.
Sánchez está para la política cicatera, no parece dar para más. Las heridas que le han inferido sus propios correligionarios siguen tan abiertas, que esta semana pudo producirse un nuevo drama socialista en el Congreso de los Diputados. Su desconfianza es explicable, pero no justificable como pauta de comportamiento. Y miren que Podemos, con sus previsibles veleidades a lo Inmaculada Colau, se ha puesto en un lugar en el que podría sacar dividendos, pero Sánchez está en no se sabe qué otras cosas. Como dice un socialista castizo, qué se puede esperar de un secretario general que no es ni diputado y de una portavoz parlamentaria que no es ni del partido.
Y aquí estamos, con una vela a San Antón y otra a la Purísima Concepción (¿se dice así?). Ni Puigdemont recapacita ni Sánchez se faja en la defensa constitucional y, sin establecer comparación alguna entre ambos, los dos mirando como Un hombre tranquilo (John Ford) se queda en casi Solo ante el peligro (Fred Zinnemann).
Respiren profundo y vean cualquiera de las dos o las dos. Y olviden los telediarios hasta dentro de dos semanas, por lo menos. Salud.

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