Pensar. Sufrir. Llorar

Me he dado cuenta de que no soy, no puedo ser un crítico literario al uso. Algunas veces he pensado que lo era, algunas veces he llegado a decir que lo era; pero no, no lo soy. Respeto demasiado la profesión del crítico literario para querer suplantarla. A veces he jugado a hacerlo, he jugado a decir que sabía esto y aquello otro y que lo que yo decía no se atrevía a decirlo nadie. Pero ¿cómo puede un hombre estar tan equivocado?

En todo este tiempo me he creado unas expectativas demasiado altas, he jugado a creerme que la literatura estaba por encima de la vida, he desdeñado planes y propuestas y viajes y placeres por unas cuantas horas más de lectura silenciosa, de escritura disciplinada. Desde ésta y otras tribunas he comentado la actualidad literaria con descaro, con procacidad, sin pudor, a veces con demasiada intensidad, a veces con demasiada ligereza. He hablado de los premios, de las corruptelas, de las injusticas, de los escritores que leo y de los que no leo, de los escritores que admiro y de los que me dejan indiferente, de qué es y para qué sirve la literatura, si es que tal cosa puede saberla alguien.

Ricardo Piglia se pregunta: “¿Cómo se convierte alguien en escritor, o es convertido en escritor? No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro).”

Ahora, tras leer mòh, el primer libro de poemas de Minke Wang, publicado por Amargord Ediciones, yo me pregunto: ¿cómo se convierte uno en poeta? Pero no en un poeta cualquiera, no. Porque Minke Wang es un poeta destructor, un poeta de la tiranía hermenéutica, un poeta del sonido y de la velocidad, de la ruptura y de la transgresión, un poeta del non sense, un poeta que aúlla en lo alto de una pradera, un poeta que se rasga las muñecas con sus versos, un poeta que separa a conciencia el significado del significante, un poeta sin igual en la reciente literatura en castellano, un poeta chino que masajea, transforma y tergiversa la lógica de nuestro idioma mejor que el más avezado de los poetas españoles contemporáneos. Y eso que yo no estoy al tanto de toda la poesía que se reproduce, y la palabra no es aleatoria, en este tiempo y en esta época. Minke Wang, léanlo si no me creen, no reproduce poesía, la crea de la más absoluta nada, le entrega su vida, su corazón y sus vísceras y la lanza al mundo de una patada. “Ahí la tenéis, malditos, a ver qué podéis hacer con ella”. Y la respuesta que le damos es unívoca. ¿Nosotros? ¿Qué podemos hacer nosotros con ella? Nada. Pensar. Sufrir. Llorar.

Desde que asistí a la presentación del libro, hace ya unos meses, he estado leyendo, interrogando al texto, discutiendo en voz alta, insultando a las páginas que me hacían desentenderlo todo una vez más. Entonces, un buen día, amanecí completamente desquiciado. Mi chica me dijo que qué me estaba pasando, que llevaba varios días como enajenado, apático, indiferente. ¿Es por el libro que estás leyendo, el del chino?, me preguntó. Sí, es por él, le dije. Esta noche has hablado en sueños, me dijo, no es la primera vez que lo haces, pero esta noche lo has vuelto a hacer y has dicho cosas rarísimas, frases incompletas, inconexas. ¿Recuerdas alguna?, le pregunté con las pupilas dilatadas. Y ella respondió que sí, que había dicho algo de un pájaro sucio, de una mantis, de una polilla emperatriz. Lo reconocí al instante. Eran los versos del primer poema del libro, el mismo que Minke Wang leyó el día de la presentación. Los versos que yo recité en sueños eran estos:

 

Ojos que incubáis Violenta virgen. Mapa sobre tierra.

Lápida. Pinta un nombre con tu meñique ¿qué? ¿No es

llama de amor nonata? Pájaro sucio o Niño Polla no para

o no pregunta:

 

¿De qué vale juntar zapatos en este descampado, si a pie

de hojalata no hay más que madres o jazmines? Parálisis

facial de mantis Sí: Aquél que yo más quiero

decidle golpeadle decidle

 

Rojo bosque que incubáis la polilla emperatriz. Clama

por flores de PVC o que llueva sangre de adolescente.

Tu erizo de mar no bebe ya?

 

¿Y bien? ¿Qué habéis entendido de todo este asunto? ¿Sabríais decirme de qué está hablando Minke Wang, qué quiere mover, remover, expresar, reivindicar? ¿Podríais decirme qué clase de poeta es Minke Wang y por qué lo es? Yo no, yo no puedo decir nada más. Por eso no puedo ser un crítico al uso. Un crítico al uso no deja que la ficción entre en sus sueños y trastoque su existencia. Un crítico al uso tendría una explicación para todo. En cambio, yo, la verdad es que no tengo nada más que decir. He soñado con un poema que no entiendo y he leído un libro plagado de neologismos que me increpaban y me devoraban y a ratos me sobrecogían y a ratos me hacían cantar. Si la poesía no es eso, locura, provocación, desgarramiento y exaltación, será mejor que dejemos de preocuparnos por ella.

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